En un informe, el organismo dijo que con políticas diferenciadas las inversiones llegará a donde se necesiten para garantizar que los agricultores puedan vender los excedentes de sus cosechas. “Los pequeños agricultores deben estar más integrados en los mercados con el fin de reducir el hambre y la pobreza”, aseguró el director de Comercio y Mercados de la FAO, David Hallam.
“Sólo con cadenas de valor más inclusivas y una mayor integración en los mercados será posible que los campesinos adopten las nuevas tecnologías necesarias para lograr un aumento de la productividad”, anotó en el informe.
Según el experto, las políticas que fomentan mayores niveles de producción de los pequeños agricultores para poder vender en los mercados deben tener en cuenta la heterogeneidad de las familias rurales.
Resaltó la necesidad de mejorar los vínculos con los compradores y recordó que los pequeños agricultores invierten por lo general su propio dinero, al contar con poco acceso al crédito o a un seguro en caso de dificultades, como condiciones climáticas desfavorables. “Al igual que los pequeños campesinos son un grupo heterogéneo, los mercados en los que participan también difieren en cuanto a su tamaño, ubicación geográfica, conectividad a otros mercados, relaciones de poder entre los agentes del mercado y el marco institucional”, indicó.
El informe subrayó que la agricultura a pequeña escala es la principal fuente de alimentos en los países en desarrollo, produciendo hasta el 80 por ciento de los alimentos consumidos en muchos de ellos, en especial en África subsahariana y Asia.
“Los pequeños agricultores y las pequeñas explotaciones familiares son por tanto fundamentales para un proceso de desarrollo inclusivo y su contribución también es decisiva para la seguridad alimentaria”, añadió el documento.
Reconoció que en África subsahariana, la brecha entre los rendimientos obtenidos por los agricultores y los potenciales se estima en 76 por ciento, es decir, los agricultores producen menos de una cuarta parte de lo que podrían.
En Centroamérica y el Caribe esta brecha es del 65 por ciento, es decir, los pequeños productores producen menos de un tercio de su potencial de rendimiento. En los países en desarrollo, esa diferencia es a menudo superior al 50 por ciento.