Vacaciones que permiten ayudar a otros

Por Roberto Noguez Noguez. Enviado

Zapopan, Jal., 20 Sep (Notimex).- De primera vista, Diego Zavala pareciera cualquier trabajador de Telefónica en el mundo, diariamente enredado en la cotidianidad laboral; sin embargo su propósito va más allá, cree que se puede cambiar una parte de este mundo con un voluntariado que ayude a la personas a crecer.

Para quien busca ayudar a otro la distancia no importa, Diego lo sabe y por eso dejó por un par de semanas su trabajo en Lima, Perú, para que sus brazos alcanzaran a los niños de la asociación Acortar Distancias, quienes en medio de la marginación de la colonia Miramar en Zapopan, Jalisco, quieren dejar atrás el rezago y tener una vida mejor.

Vacaciones Solidarias de Telefónica le dio la oportunidad de conocer México, su gente y cultura, pero también de aportar en el desarrollo de más de un centenar de niños que viven en los límites de la zona conurbada de Guadalajara, para compartir sus experiencias junto con otros 11 miembros de la empresa provenientes de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, España, Guatemala y Venezuela.

“Como voluntarios, nuestros brazos pueden llegar mucho más lejos si nos da la oportunidad, cuando nos llegó esta forma de conocer otros países, su cultura, me entusiasmó mucho la oportunidad de poder ayudar, esa posibilidad de que mis brazos llegarán más lejos de lo que yo creía, eso me impulsó para a venir aquí”, cuenta Diego.

Y es que para él, el voluntariado debe ser algo disruptivo, que quiebre algo que no funciona y lo transforme en algo que posiblemente tenga éxito o que tenga un mejor impacto en la sociedad, como su trabajo en Acortar Distancias, donde por dos semanas convivió con los niños, dando clases, jugando, trabajando en un huerto y dejando una parte de su vida.

Para Diego, cuando se trabaja día a día en Telefónica, la gente no se da cuenta de que labora en una empresa de comunicación, que vende servicios que ya no son lujos, sino necesidades básicas y que todavía existe una gran distancia entre las personas que tienen la posibilidad de comunicarse y quienes no.

“Me llama mucho la atención ayudar, porque me doy cuenta de que puedo resolver problemas no solamente con mis brazos, sino pensando en la solución de alguna problemática que exista actualmente. Estamos acostumbrados a ayudar económicamente, eso es bueno, pero es más difícil ayudar con todo nuestro ser”.

Pese a su juventud, Diego ya muestra algunas canas, es moreno, alto y detrás de sus lentes está la mirada de quien no se sabe quedar quieto, de quien imagina algo más allá de lo cotidiano, eso lo ha llevado a emprender proyectos que ayuden a gente marginada en su país.

Se queda callado un par de segundos, pareciera que busca las palabras y pausado, coherente, seguro dice: sí, pensamos en el trabajo y a veces queremos que nos digan limpia esto, pinta, construye un muro, pero que no digan piensa en resolver un problema, si no es en nuestra casa o en el trabajo, no lo vamos a hacer, cansa.

“Es por eso que a mí me llamó la atención el buscar ayudar de una manera más transformadora, que podamos cambiar la situación de una persona que está en una situación desventajosa, pero no dándole dinero o una beca, sino transformándola, caminando con ella ese recorrido para que pase de un estado donde no tenía cómo, a un estado donde ellas mismas tengan la posibilidad de tener algún emprendimiento y hacer algún cambio en su vida”.

Esa idea lo llevó en Perú a trabajar con un grupo de amas de casa en condiciones precarias, para que emprendieran una empresa de repostería y pudieran aportar a la economía en sus hogares, dejando atrás las costumbres de su pueblo, rompiendo paradigmas, haciendo un cambio en sus vidas.

“Les enseñamos a emprender un negocio de repostería a nivel empresarial, que formaran un presupuesto, un equipo de trabajo, supieran delegar, tuvieran un líder, producción, cerraran la venta y tengan algún retorno, las invitamos a que hicieran una venta piloto en Telefónica, en varios locales de Lima, les ayudamos para el transporte, pero ellas pusieron los materiales y el trabajo para hacer los productos”.

Eso lo trajo a México, a la colonia Miramar, que está en una de las orillas del municipio de Zapopan, donde los rastros de urbanidad se van perdiendo al igual que el pavimento de las calles, ahí, en medio de la tierra donde la asociación Acortar Distancias opera un centro donde los niños pueden ir a pasar sus ratos libres.

En ese lugar, junto a 11 miembros más de la empresa, se relacionó con alrededor de 500 niños para despertar su curiosidad acerca de otras culturas, además de integrarse a los talleres de destrezas físicas, emocionales, y de seguridad en la red.

“He aprendido muchas cosas, pero la lección de vida, lo que he percibido, es que la cultura mexicana tiene muy buenas bases de educación, estoy maravillado sobre cómo los niños se comunican, participan, se ordenan, y se disciplinan”, finaliza Diego, quien se lleva de regreso a Lima esta experiencia de vida.

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