Tres hombres acusados en Estados Unidos en el más reciente caso de espías rusos no se ocultaron tras identidades falsas ni trataron de robar secretos militares. Las pruebas indican incluso que les molestaba que sus misiones no fueran “estilo James Bond”.
El supuesto objetivo recopilar “información económica” sobre posibles penalidades bancarias y fuentes alternativas de energía quizás no daría para una película en Hollywood, pero las autoridades federales estadounidenses insisten en que el caso es prueba de que el espionaje ruso está vivito y coleando en Estados Unidos más de dos décadas después del fin de la Guerra Fría.
También muestra el tiempo y los recurso que Estados Unidos sigue dedicando a los sospechosos de ser espías de Putin, que usan métodos desarrollados mucho antes de que ellos nacieran, como micrófonos de escucha, cámaras ocultas e interceptación de llamadas telefónicas.
“Los espías rusos siguen operando entre nosotros” dijo el fiscal federal Preet Bharara tras los arrestos de la semana pasada. Alexander Lukashevich, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, contestó acusando a las autoridades estadounidenses de fabricar un escándalo de espías como parte de su “campaña anti rusa”.
Annemarie McAvoy, profesora de Derecho de la Universidad Fordham y ex fiscal federal, dijo que este caso no debe tomarse a la ligera.
“Tenemos que preocuparnos por el aspecto de la guerra económica. Eso es lo que me preocupa”, dijo, señalando el reciente y abrumador ataque contra Sony Pictures por la película “The Interview.”
McAvoy dijo que los arrestos pudieran demostrar que el espionaje ha cambiado en momentos que los países buscan información que les permita atacar empresas y la economía. “Ya no se trata de secretos militares. Eso es cosa del pasado”, dijo McAvoy.
El caso contra Evgueni Buriakov, Igor Sporishev y Victor Podobni sale a la luz menos de cinco años después del arresto de 10 agentes encubiertos un grupo llamado “Los ilegales” por el SVR, la agencia de inteligencia en el extranjero con sede en Moscú que llevaban una vida ordinaria y vivieron varios años en Estados Unidos con nombres falsos. Los 10 se declararon culpables en un tribunal federal de Manhattan de cargos de confabulación y se ordenó su expulsión del país como parte de un canje por cuatro personas acusadas de espiar en Rusia para Occidente.
Fiscales federales en Brooklyn presentaron otro caso de espionaje en 2013, en que acusaron a Alexander Fishenko, ciudadano naturalizado originario de Kazajstán, quien ganó millones de dólares con su firma de exportación en Texas, de ser un agente militar ruso. Fishenko, quien se declaró culpable, debe ir a juicio este año.
Sin embargo, no todos consideran el caso más reciente algo peligroso.
“Lo que es interesante de este caso, como en 2010, es lo poco que han logrado estos acusados de espionaje. O el FBI ha tenido suerte o el servicio de inteligencia exterior de Rusia no hace una buena labor”, dijo Kimberly Marten, politóloga del Barnard College en la Universidad de Columbia.
Los fiscales dicen que la investigación más reciente sacó a relucir actividades de espionaje de Sporishev y Podobni, quienes tenían cargos diplomáticos de bajo rango y de Buriakov, un vecino del Bronx con visa válida, que trabajaba en la filial de Manhattan de un banco ruso y tiene un perfil en LinkedIn.
Los fiscales federales dicen que bajo órdenes de Moscú, la responsabilidad de Sporishev era asignar a Buriakov labores de recopilación de inteligencia sobre potenciales sanciones de estados Unidos contra bancos rusos y esfuerzos en Estados Unidos para desarrollar fuentes alternativas de energía. Los fiscales agregan que Sporishev y Podobni analizaban la información e informaban al SVR desde una oficina de la Federación Rusa en Nueva York que pensaban era segura pero en la que aparentemente había escuchas.
En una conversación grabada en secreto, Podobni se quejó a Sporishev de que sus misiones no eran nada como “las películas de James Bond”, según los documentos.
“Naturalmente, no pilotaba helicópteros, pero como mínimo debía pretender ser alguien más importante”, dijo.
Por su parte, Sporishev se quejó de que él también pensaba que “por lo menos debía salir al extranjero con un pasaporte diferente”.
Los documentos presentados al tribunal detallan exigencias del SRV a Buriakov para que prepare preguntas para una “organización noticiosa” rusa que se cree es la agencia noticiosa Tass para preguntar sobre el funcionamiento interno del mercado estadounidense de valores.
La conversación fue un vistazo a cómo operaban los dos, dijeron los fiscales. Por lo general, hablaban en código por teléfono para fijar encuentros en exteriores, en que “Buriakov le pasaba una bolsa, una revista o un pedazo de papel a Sporishev”, indican los documentos presentados al tribunal.
Algunos de los encuentros fueron cerca de la casa de Buriakov, en una cuadra tranquila de Riverdale en el Bronx, no lejos del edificio monolítico de apartamentos donde viven los diplomáticos rusos.
Los vecinos dijeron que Buriakov, de 29 años, su esposa y dos hijos no hablaban mucho con los demás. Recordaron que un hombre estuvo sentado en un carro durante horas en la cuadra que sobre la base de lo que se conoce ahora probablemente era una operación de vigilancia pero se sorprendieron cuando el FBI registró la casa el lunes pasado.
Un juez ordenó la detención de Buriakov sin derecho a fianza. Podobni y Sporishev, cuyo estatus diplomático les da inmunidad, han regresado a Rusia.
Tass reportó que diplomáticos rusos han visitado a Buriakov en un centro federal de detención en Manhattan y consideraron “satisfactorias” las condiciones. Un portavoz ruso dijo a la agencia de noticias que Buriakov “niega vehementemente las alegaciones”.