Conforme la UE lucha por responder a las imágenes de personas que cargan contra cercas de alambre de cuchillas, de migrantes asfixiados en camiones o de cuerpos varados en las playas, la unidad se ha desmoronado mientras los 28 países del bloque se pelean sobre quién es el responsable.
En la agenda de las reuniones del martes y el miércoles no hay nada que vaya a ayudar de forma inmediata a los países del este de Europa y los Balcanes con la gestión de sus fronteras, ni ahora ni la semana que viene.
Desde luego, la falta de acciones no detendrá el flujo de personas que avanzan hacia Europa, ni proporcionará alivio a las autoridades de los países concretos de la UE que intentan frenar los desplazamientos.
Más de 6.000 personas podrían llegar a Grecia entre el martes, mientras los ministros del Interior se reúnen en Bruselas, y el miércoles, cuando los jefes de gobierno del grupo celebran una cumbre sobre planes a medio y largo plazo.
“Las conversaciones están totalmente desconectadas de la realidad”, dijo la asesora humanitaria de Médicos Sin Fronteros Aurelie Ponthieu después de que ella y un colega informaran la semana pasada a una casi vacía cámara del Parlamento Europeo sobre los esfuerzos de rescate en el Mediterráneo. La mayoría de los parlamentarios y altos cargos decidieron ir a comer en lugar de asistir a la presentación.
La llegada de unas 500.000 personas este año, la mayoría a través de Grecia e Italia, ha dejado expuestas diferencias fundamentales entre los antiguos países comunistas y sus socios más occidentales sobre cómo gestionar la migración.
Los grupos humanitarios imploran a la UE que establezca pasillos de seguridad para que entren estas personas, mientras que la agencia de refugiados de Naciones Unidas quiere que el grupo acepte a refugiados sirios que están en Oriente Medio y Turquía.
Pero enfrentada con una crisis humanitaria, la UE da prioridad a los debates sobre unidad y política antes que a las acciones inmediatas para gestionar el mayor desafío de refugiados registrado en la UE en décadas.
Es improbable que la cumbre del miércoles en Bruselas sea una excepción.
“Es esencial establecer una política creíble de migración”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en su misiva de invitación a los jefes de gobierno.
Las diferencias sobre la migración “no pueden ser una excusa para no desarrollar un estrategia global o construir una política sólida de migración que sea efectiva y responsable al tiempo que respetamos nuestros valores centrales”, dijo.
No será la última reunión de esta clase. La canciller alemana, Angela Merkel, dijo el lunes que las consultas son importantes y “No puede y no habrá una solución de la noche a la mañana; seguirán muchas más reuniones y conversaciones. Necesitaremos paciencia”.
Las divisiones se hacen más patentes cuando se trata de compartir la responsabilidad de alojar a las miles de personas que llegan a Europa, de las que aproximadamente dos tercios cumplirían los requisitos para solicitar asilo o alguna clase de protección internacional.
República Checa, Hungría y Eslovaquia se oponen de forma rotunda a cualquier cuota obligatoria, mientras que Polonia, Letonia y Estonia también son escépticas.
El martes podría haber algún movimiento cuando los ministros del interior aborden la cuestión de las cuotas en su segunda reunión de emergencia en ocho días.
El objetivo es aprobar un plan para repartir a 120.000 refugiados llegados a Italia y la endeudada Grecia, y quizá Hungría, aunque Budapest se niega a participar en esta clase de acuerdo.
Cuando se comparan estas cifras con los 4 millones de refugiados que están alojados en Turquía, Líbano y la empobrecida Jordania, los números parecen irrisorios para una gran potencia comercial con una población de 500 millones de personas.
Aun así, el plan original ha sido modificado en los últimos días por embajadores y expertos para intentar encontrar algo de margen para alcanzar un compromiso con los estados miembros más testarudos.
Mientras tanto, la cantidad de migrantes sigue creciendo. Se calcula que entre 3.000 y 4.000 personas llegan cada día a Grecia. Muchos planean avanzar hacia el norte para establecerse en Alemania, poniendo más presión sobre las abrumadas fronteras conforme siguen su camino.
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Geir Moulson, en Berlín, contribuyó a este despacho.