México, 23 Ene (Notimex).- Una mezcla de adrenalina, emoción y diversión es lo que se vive en una subasta cuando se empiezan a escuchar los gritos de las personas que proponen sus ofertas.
Observar tantas manos levantadas que desean ganar los artículos y recibir llamadas telefónicas para adquirir el objeto disputado por numerosos postores es algo sorprendente.
Una situación semejante se vivió este fin de semana en la colonia San Rafael de la capital mexicana, durante una subasta de artículos antiguos.
La cita fue casi al mediodía, todo comenzó cuando el subastador pasó al frente del salón para aclarar los términos, explicar las medidas de seguridad y exponer las reglas que se debían respetar.
Mientras eso sucedía, la gente llegaba a ocupar sus lugares y se preparaba para ofrecer lo justo en cada artículo; 15 minutos después el primer lote salió a la venta, un florero de porcelana con un precio inicial de dos mil pesos, las primeras paletas (número que previamente reciben los postores al registrarse) empezaron a ser alzadas en el recinto.
Las llamadas telefónicas de los postores anónimos comenzaron a entrar y en la voz del subastador sólo se escuchaba: ya tengo dos, dos 200, dos 500, dos 800, tres, tres 200, tres 500, tres 800, cuatro, cuatro 200, cuatro 200 no tengo, pido cuatro 200 por este lote, si no tengo una oferta más, vendo en cuatro mil pesos este lote a la paleta número 233.
Al igual que el primer artículo se ofertaron otros más que fueron mostrados por cuatro personas que se turnaban para salir con el lote en mano a fin de que los postores pudieran apreciarlos.
El lugar contaba con dos pantallas para exhibir las fotografías de los objetos y un receptor de ofertas tomaba nota de cada una de ellas.
Ocho individuos atentos en líneas telefónicas recibían las propuestas de los ausentes, y cinco más vigilaban que la subasta se llevara a cabo con el orden correspondiente.
Los primeros lotes eran una serie de artículos decorativos para el hogar, algunos vendidos en no más de cinco mil pesos y otros tantos retirados al no captar interés.
Los primeros minutos transcurrieron de manera relajada hasta que llegó el lote número 38, un par de candelabros franceses del Siglo XX que se vendieron en 27 mil pesos, después de ofrecerlos a un precio inicial de 24 mil.
El tiempo transcurría y la emoción de los postores aumentaba cada vez, con unas 20 personas en el salón, la subasta seguía su ritmo, algunos presentes ofrecían, mientras los ausentes luchaban por llevarse lo ofrecido.
Las ofertas continuaban y la gente seguía llegando, el subastador dirigía, las llamadas entraban, algunos postores levantaban sus paletas y otros más revisaban el catálogo impreso que se les proporcionó al hacer el registro o el digital disponible en la página de Morton Subastas, la casa organizadora del evento.