En su análisis semanal CISComentario, afirmó que es impostergable un cambio de fondo en el campo que obliga a todos los actores a sumarse, pues el futuro de México está ligado a este sector estratégico, por ser clave en la globalización.
Durante esta administración se están realizando fuertes esfuerzos para atender la problemática en el campo y prueba de ello es el Programa Sectorial de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 2013-2018, el cual ha generado muy buenas expectativas y comienza ya a dar resultados, añadió.
Un campo competitivo y sin pobreza no debe ser un fin en sí mismo, agregó, es uno de los caminos para el desarrollo económico y social de México, porque ello permitirá una redistribución de la riqueza y la desconcentración de la población mejorando la calidad de vida de todos los habitantes.
Apuntó que la agricultura pasó de aportar alrededor de 3.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en promedio entre 1960 y 1980 a 2.5 por ciento entre 1981 y 1993 (previo al Tratado de Libre Comercio) y alrededor de 2.1 por ciento entre 1994 y 2012 (posterior a la apertura comercial), según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
La apertura y la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN) implicó ajustarse a reglas que establecían la eliminación de aranceles, la disminución de subsidios y por supuesto el acceso al mercado de importación con productos de alta calidad y a precios mucho más accesibles, claramente en beneficio del consumidor, abundó.
De igual forma, refirió la empresa de consultoría, se puso énfasis en sectores económicos competitivos y se privilegió el sector exportador como el principal motor de la economía nacional y una de las principales fuentes de divisas.
Al campo mexicano, en particular, se le dio un periodo de gracia, en el cual debía prepararse para ser más productivo y competitivo, pero en las negociaciones no se consideraron las asimetrías y problemas estructurales.
No se trata de juzgar a la apertura económica como el único elemento determinante en el rezago del campo mexicano, mucho han aportado la falta de modernización, la baja productividad, el desgaste y la caída continua del rendimiento de la tierra y el bajo nivel educativo de los campesinos que crea círculos perversos de pobreza.
En suma, se trata de un sector olvidado, con fuertes rezagos tecnológicos, económicos y sociales, afirmó CISC.
Sin embargo, aclaró, existen aéreas de gran avance con empresas tecnificadas y altamente competitivas pero son las menos, además se cuenta con empresas globales que están impulsando ciertas regiones y productos que bien podrían expandirse a todo el país.
Asimismo, un tema de alta relevancia es que México se ha convertido en un país con dependencia alimentaria del exterior, lo que podría representar un riesgo ante shocks de oferta o bien, enfrentar problemas de liquidez o solvencia, anotó.
No obstante, estimó CISC, estamos aún a tiempo de revertir este proceso y darles una reivindicación a los campesinos mexicanos y, para ello, es importante que se desarrolle una verdadera política agrícola integral, de sustentabilidad y de largo plazo.
Esta debe iniciar por la base de la educación y la eliminación de la pobreza extrema, que privilegie e incentive (ahora sí) a la productividad y el trabajo de los productores y su familia, que genere la infraestructura necesaria para dar acceso y movilidad a todos los participantes de la cadena de valor, añadió.