Por Luca Pistone. Enviado
Qaraqosh, Irak, 2 Ene (Notimex).- Qaraqosh, la principal ciudad cristiana iraquí, fue liberada el 30 de octubre después de más de dos años de ocupación por el Estado Islámico. Ahí dos ancianas sobrevivieron a los horrores perpetrados por los yihadistas.
Las dos mujeres, que habían decidido no huir para no afectar la fuga de sus familiares jóvenes, fueron obligadas a convertirse al islam. El ejército iraquí las encontró en mal estado físico, y ahora están a salvo en Erbil, capital del Kurdistán iraquí, hogar de miles de cristianos que han huido de la banda terrorista.
Erbil es el centro cristiano más importante de todo IraK. Se encuentra en la llanura del Nínive, a unos treinta kilómetros al suroeste de Mosul.
Hasta 2014 en Qaraqosh vivían cerca de 60 mil personas a las que habría que añadir a los desplazados cristianos de Mosul y a los que desde 2003 habrían huido de Bagdad.
Pero en 2014 Qaraqosh fue ocupada por el Estado Islámico y la gente se vio obligada a abandonar su hogar. La mayoría encontró refugio en el Kurdistán iraquí.
La furia destructora del Estado Islámico golpeó profundamente el corazón de esta ciudad, cuyos símbolos más queridos fueron destruidos. Los símbolos de una fe que une a sus seculares habitantes a esta tierra.
Entre casas, mercados y edificios administrativos, la basílica de Santa María es el edificio que sufrió los peores daños y ultrajes.
A los textos sagrados, los cuadros y los frescos que contenía les prendieron fuego; los crucifijos fueron hechos pedazos y las imágenes de Jesucristo están decapitadas, al igual que desfigurado el rostro de la Virgen María.
El padre Ammar, párroco de una de las iglesias católicas siriacas de Qaraqosh, ha decidido visitar lo que queda de la basílica, el verdadero símbolo de la ciudad: “Aquí antes había otra iglesia, muy antigua, que se remonta a los primeros años del cristianismo en esta región. Pero era demasiado pequeña, por lo que la gente de Qaraqosh decidió construir otra más grande, capaz de acoger hasta tres mil personas”.
“No hay palabras para explicar cómo nos sentimos -continúa-. La pregunta que nos hacemos todos los habitantes de Qaraqosh es: ¿Qué hemos hecho mal para merecer todo esto de los musulmanes?.
Siempre hemos vivido en paz con ellos. Los musulmanes tienen que decirnos por qué han hecho esto. Esperamos que vuelva la paz para volver a vivir en esta ciudad. Tenemos el deber de reconstruir la basílica y rezar todos juntos aquí como antes. Y las autoridades iraquíes tienen que echarnos una mano en esto, sin dejar pasar demasiado tiempo”.
El 30 de octubre, después de un par de semanas de intensos combates, el ejército iraquí logró expulsar a los hombres del califa Abu Bakr al-Baghdadi de Qaraqosh.
En todo IraK tuvo un eco particular la noticia de dos mujeres de edad avanzada, a quienes encontraron los soldados, que no huyeron para no hacer lenta la fuga de los parientes y que se quedaron en Qaraqosh sobreviviendo a los 25 meses de ocupación.
En todo este tiempo Zarifa Bakos, de 77 años, se hizo cargo de la vecina Badria Jerjes, de 75, que, tras no recibir la atención adecuada, ha perdido la vista, el oído y tiene grandes dificultades para caminar.
Hoy Zarifa y Badria, a quienes sus familiares habían dado por muertas, viven en la gran casa del hermano de la primera en el barrio cristiano de Ainkawa, en Erbil.
“Era jueves -cuenta en la sala de estar Zarifa, con todo lujo de detalles- cuando los de Daesh (acrónimo árabe para el Estado Islámico) llegaron a Qaraqosh.
Mi marido era viejo y estaba enfermo. Nuestros familiares nos pidieron que les siguiésemos, pero me negué dadas las condiciones de mi marido. Estaba demasiado débil para ser transportado a otro lugar, apuntó.
Durante las dos primeras semanas no salimos de casa y nadie se dio cuenta de nuestra presencia. Teníamos suficientes suministros. Entonces uno de ellos se presentó en la puerta. Vio a mi marido y me dijo que lo llevaría al hospital, pero en realidad lo llevaron a otra casa. Sin médicos y sin atenciones. El día después murió. Ni siquiera me dijeron dónde fue enterrado”, externó.
Las dos mujeres fueron obligadas a convertirse al islam. Y, a pesar de eso, fueron maltratadas por los yihadistas, que rara vez les llevaban comida.
Sin saber qué hacer con las dos mujeres recién convertidas, los milicianos se las llevaron a Mosul para ponerlas en un centro para personas mayores. Pero ahí no había lugar, y las trasladaron a una cárcel de mujeres.
“En la cárcel -continúa Zarifa- una compañera de celda se enteró de nuestra historia y se la contó al director. Hacía cuatro días que estábamos encerradas sin ninguna razón. Entonces el director se activó y llamó al responsable militar de la zona de Qaraqosh.
Pocas horas después los milicianos vinieron por mí y Badria para llevarnos de vuelta a Qaraqosh. Pero no nos dejaron en paz. Algunos días rezábamos a Dios para morir. Una vez dos de Daesh me empujaron sobre la cama y me dijeron que si no les daba dinero y oro me matarían. Les contesté que no tenía nada y que me podrían matar. Se fueron. Fue uno de los momentos más difíciles para nosotras.
Cuando habla del día de la liberación de Qaraqosh, Zarifa apenas logra contener las lágrimas: “Tomamos a los soldados iraquíes por milicianos del Daesh, nos confundimos. Pensamos que habían venido a llamar a nuestra puerta para traernos algo de comer, ya que hacía dos semanas que nadie nos llevaba nada. Estábamos hambrientas. Le dije que entraran y tan pronto como me vieron vestida con el vestido tradicional cristiano de Qaraqosh se dieron cuenta de que era cristiana.
Entre esos soldados había uno originario de Qaraqosh que me reconoció. Enseguida se puso en contacto con mi hermano, que vino inmediatamente. Lloramos muchísimo. Por lo que sé, Badria y yo somos las únicas cristianas de Qaraqosh que hemos sobrevivido a Daesh”.