Las profecías astronómicas más absurdas

El próximo domingo seremos testigos de un evento astronómico único: Un eclipse total lunar combinado con Súper Luna, fenómeno que no se repetirá hasta el 2023. Este tipo de eventos suelen traer consigo muchas profecías y creencias con tintes mágicos o apocalípticos y aquí te traemos varias de las más absurdas:

La Luna Roja

La culpa acerca de esta profecía la tiene tiene un pasaje de la Biblia (Revelaciones 6:12) en el que mencionan que, cuando se rompa el sexto sello del apocalipsis, la luna se teñirá de sangre. Tanto Hagee como Biltz olvidan que la luna lleva poniendose rojiza miles de años y que las cosas en la Biblia se tiñen de sangre muy a menudo también, y si no que se lo pregunten al Nilo.

El calendario maya

En 2003, una serie de profetas del apocalipsis aseguraron que la Tierra sería destruida por el choque con Nibiru, un planeta invisible descubierto por los Babilonios. Ese año no paso nada, así que los conspiranoicos de turno trasladaron sus “cálculos” al 21 de diciembre de 2012, que es el día en que termina uno de los ciclos de 5.126 años del Calendario Maya (y empieza otro, claro. Los mayas no profetizaron ningún fin del mundo para esa fecha).

El cometa Halley

Los eventos astronómicos que tienen lugar cada mucho tiempo son terreno abonado para las teorías apocalípticas, y el cometa Halley pasa cada aproximadamente 76 años. En 1910, la desafortunada observación de dos astrónomos que aseguraban que la cola del cometa estaba compuesta por gases de cianuro hizo cundir la alarma entre la población. Se creía que el paso del cometa inundaría la atmósfera terrestre con gas venenoso. Los fabricantes de “antídotos” y máscaras antigas hicieron su agosto.

En 1986, se repitieron profecías de los más variopinto, algunas de ellas relacionadas con una frase de Nostradamus que menciona luces brillantes en el cielo y que lleva dando guerra desde hace años. La próxima tanda de paranoia por cometa Halley llega en 2061.

El efecto jupiter

En 1982, dos astrofísicos llamados John Gribben y Stephen Plagemann conjeturaron que la alineación planetaria de todos los planetas del Sistema Solar generaría fuerzas gravitatorias que tendrían efectos catastróficos sobre las placas tectónicas terrestres. El alineamiento en cuestión tenía lugar precisamente en 1982, y ambos científicos vendieron un montón de copias de su libro, titulado precisamente “El efecto Júpiter” (The Jupiter Effect).

El alineamiento pasó sin que la Tierra notara nada en absoluto y la comunidad científica vapuleó a ambos astrofísicos, cuya reputación quedó bastante dañada. De poco sirvió que trataran de alegar que su Efecto Júpiter era un ejercicio de especulación astrofísica.

La caída de la MIR

Aparte de ese error informático que traía de cabeza a los técnicos de todo el planeta, el año 2000 también tuvo su ración de profecías astronómicas. El culpable, de nuevo, fue Nostradamus. Al afamado modisto Paco Rabanne le dio por leer a Nostradamus y vaticinó que la estación espacial MIR caería sobre París el 11 de agosto del año 2000, lo que sería el comienzo de una larga serie de desastres. La vieja estación rusa entró en la atmósfera sobre las islas Fiyi y se desintegró sin causar daños sobre el pacífico. Corría el 23 de marzo de 2001.


 

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