Los alumnos secundarios y universitarios recorrieron más de 20 cuadras por la principal arteria de Santiago y pasaron tranquilamente por el frente del palacio de gobierno rumbo a la plazoleta donde culminó la marcha. Según los organizadores participaron unas 100.000 personas, y según la policía fueron unas 40.000.
La caminata se realizó en absoluta calma, y mientras se desarrollaba un acto cultural unos 50 adolescentes vestidos con uniformes escolares se pararon casi al unísono, sacaron capuchas de sus mochilas, se dirigieron a una esquina y empezaron a romper maderos, encender fogatas y luego a lanzar bombas incendiarias.
Unos 1.800 policías vigilaban, en distintos puntos, a unas cuadras de distancia para impedir, sin éxito, la infiltración de los encapuchados, como sucede tradicionalmente.
Las cámaras de televisión mostraron como los encapuchados quemaron un vehículo. Un camarógrafo de Associated Press observó como los sujetos lanzaron una bomba incendiaria a un policía de fuerzas especiales, cuyos compañeros lograron apagarle el fuego y lo trasladaron al hospital institucional.
Antes del inicio de la marcha, Naschla Aburman, presidenta de los estudiantes de la Universidad Católica, dijo que “creo que estos proyectos van en una dirección correcta, pero es lamentable que no exista un proceso previo de participación y de discusión”, declaró Naschla Aburman, presidenta de los alumnos de la Universidad Católica.
El ministro de Educación, el exministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre, se reunió en una ocasión con los universitarios y en otra con los secundarios. También ha recibido a otros actores del sector.
Michelle Bachelet, que ya envió al Congreso el primero de varios proyectos relacionados con los cambios educacionales, simultáneamente está empeñada en que se apruebe una reforma tributaria para recaudar 8.200 millones de dólares para financiar las transformaciones en la enseñanza.
Melissa Sepúlveda, líder estudiantil de la Universidad de Chile, opinó que lo se ha hecho hasta ahora “es inyectar más dinero a este mismo sistema de segregación, a este sistema que genera educación para ricos y educación para pobres”.
Los estudiantes aspiran a una educación gratuita y de calidad que reemplace al actual modelo en el que la enseñanza que reciben los niños y jóvenes depende de los ingresos de sus padres. Los secundarios, por su parte, quieren que la administración de sus colegios pase de las manos municipales a las estatales. Las 352 municipalidades del país reflejan la gran desigualdad social chilena.