Por Andrés Beltramo Alvarez. Enviado
Santiago de Cuba, 22 Sep (Notimex).- En su visita al santuario de la Virgen patrona de Cuba, el Papa Francisco instó hoy a vivir la revolución de la ternura, porque dijo- creer en el poder del cariño es revolucionario.
En el sermón de su misa, en el templo que custodia la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, el líder católico afirmó que día tras día, generación tras generación, los católicos son invitados a renovar su fe, a salir de casa, a tener los ojos y el corazón abiertos a los demás.
Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre proximidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir en la vida de los demás, indicó.
Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos, agregó.
Aseguró que la Iglesia católica quiere servir, salir de los templos y de las sacristías para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad, tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación.
Insistió que, como lo hizo la Virgen, la Iglesia quiere acompañar todas las situaciones embarazosas de la gente, comprometida con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándose sino caminando con los hermanos.
Reconoció que el alma del pueblo cubano fue forjada entre dolores y penurias que no lograron apagar una fe que se mantuvo viva gracias a las abuelas, las madres y otros que, con ternura y cariño, fueron signos de la presencia de Dios.
Constató que ni esas desgracias ni esas penurias lograron acabar con el amor del pueblo católico hacia la Virgen que surgió siempre como luz disipadora de todo peligro y como rocío consolador ante las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación.
Este es nuestro cobre más precioso, ésta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Y aprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del pueblo de Dios que camina en la historia, ponderó.
Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre, apuntó.
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