Poco después de las 16:00 horas local (15:00 GMT) el pontífice llegó a bordo de un automóvil utilitario y acompañado por su escolta personal hasta la iglesia de San Alfonso, en el barrio de Roma de la Giustiniana, en cuyo terreno se replicó la aldea de Belén.
Cinco pastorcitos lo recibieron a su llegada, le obsequiaron un ramo de rosas blancas y una media llena de chocolates y caramelos de la Befana, la bruja que trae dulces a los pequeños cada seis de enero con motivo de la fiesta católica de la Epifanía. Jorge Mario Bergoglio atravesó la plaza donde se reconstruyó una aldea palestina a tamaño natural, con casas y recintos para animales.
“Habían escrito al Papa Francisco y él quiso hacerse presente en este evento de la comunidad. Comprendiendo que se trata de un evento parroquial en el cual participan las familias del barrio con sus hijos, nos llamó después de la carta y manifestó su disponibilidad a venir a participar con este momento” dijo el párroco Dario Criscuoli.
El sumo pontífice se entretuvo un momento con los personajes de María y José, que traían al niño Jesús, un bebé de dos meses apenas bautizado con el nombre de Francesco. Saludó a cada uno a los personajes, algunos de los cuales le pidieron abrazarlo y besarlo.
Todos estaban personificados como hace dos mil años. Algunos le regalaron al Papa dibujitos de sus niños y caramelos. “La verdad que para montar todo esto debes ser un loco, pero está bien: ciertas locuras le gustan a Dios”, bromeó el Papa Francisco.
“Ahora debo irme, pero Jesús se queda con ustedes. ¿También el diablo se queda con nosotros? ¿El diablo les gana a todos?”, preguntó. La respuesta a coro fue: “No”. A lo que el máximo líder católico replicó: “Los niños son la sabiduría. Buenas noches a todos. Les agradezco por la acogida, por el fervor que tienen”.