Francisco recibió la mañana de este lunes en el Palacio Apostólico del Vaticano a unos 70 prelados de México, quienes se encuentran en Roma participando estos días de una especial visita para informar sobre la situación en sus diversas diócesis.
El pontífice entregó a los prelados un largo discurso por escrito, el cual prefirió no leer. En cambió pronunció unas breves palabras improvisadas y después saludó de mano a cada uno de los obispos.
En su mensaje aseguró haber aprendido mucho de su encuentro con los pastores mexicanos, reconoció que en diversos sectores del país se viven problemas serios, pero reconoció que la Iglesia allí está consolidada sobre fundamentos muy fuertes.
Por ello les pidió negociar con Dios por el pueblo, lo cual se hace rezando y siempre al lado de la gente. Con estas dos cosas sigan adelante, insistió.
Poco antes del discurso de Jorge Mario Bergoglio, había tomado la palabra el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), el cardenal y arzobispo de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega.
Ante el Papa señaló que el pueblo de México junto con su gobierno buscan darse las estructuras adecuadas para un desarrollo justo y sustentable para todos.
Pero reconoció la extendida y endémica pobreza en un gran sector de la población, con todo lo que esto conlleva: ignorancia, enfermedades, abandono del campo, emigración a la ciudad y al vecino país del norte.
No obstante el pueblo mexicano ama la convivencia, y práctica la solidaridad y la hospitalidad, se lamentó de las hondas divisiones en algunos sectores de la sociedad, provocadas muchas veces por intereses de partidos políticos y grupos de poder que no buscan el bien común sino su propio beneficio.
La ausencia de la cultura de la legalidad, del compromiso social, de la corresponsabilidad ciudadana, la pérdida de la conciencia de la moralidad de los actos y las omisiones, en fin, la realidad del pecado, apuntó.
También se refirió al abandono e indiferencia de numerosos bautizados católicos; la acentuada ignorancia religiosa, la ausencia del compromiso de muchos laicos en las realidades temporales y el desconocimiento y falta de aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia.