Los pastores están llamados a interrogarse sobre cómo ayudar a los que viven en esta situación, para que no se sientan excluidos de la misericordia de Dios, del amor fraternal de otros cristianos, ni de la solicitud de la Iglesia por su salvación, señaló.
El llamado del pontífice se produjo en un discurso que entregó a un grupo de prelados polacos, a quienes recibió en audiencia en el Palacio Apostólico del Vaticano. El mensaje fue entregado por escrito pero no leído por Jorge Mario Bergoglio.
Añadió que los obispos deben plantearse cómo ayudar a las personas separadas y divorciadas a no abandonar la fe y a hacer crecer a sus hijos en la plenitud de la experiencia cristiana.
En este ámbito hay que preguntarse, igualmente, cómo mejorar la preparación de los jóvenes al matrimonio para que descubran la belleza de esta unión fundada en el amor y la responsabilidad, estableció.
Pidió reflexionar sobre cómo se puede ofrecer ayuda a las familias para que vivan y aprecien tanto los momentos de alegría como los de dolor y debilidad.
Según el líder católico, la familia es el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer unos a otros, donde los padres transmiten la fe a sus hijos y por ello debe ocupar el centro del ministerio pastoral ordinario de los obispos.
Sostuvo que actualmente el matrimonio se considera, a menudo, una forma de gratificación emocional que se puede constituir de cualquier forma y modificar de acuerdo a la sensibilidad de cada uno.
Por desgracia esta visión también afecta a la mentalidad de los cristianos y desemboca en la facilidad para recurrir al divorcio o a la separación de hecho, constató.