Durante su misa privada matutina, en la capilla de su residencia vaticana, la Casa Santa Marta, el pontífice comentó el pasaje bíblico en el cual los apóstoles se quedaron llenos de temor y como si hubiesen visto a un fantasma, al recibir el saludo de Jesús después de su muerte.
Sostuvo que Cristo les quiso transmitir la alegría de la resurrección y la alegría de su presencia entre ellos, pero ellos no creyeron o no podían creer, porque tenían miedo de la alegría. Esta es una enfermedad de los cristianos. Tenemos miedo de la alegría. Es mejor pensar: Sí, sí, Dios existe, pero está allá; Jesús resucitó, pero por allá. Un poco de distancia. Tenemos miedo de la cercanía de Jesús, porque esto nos da alegría, dijo.
Y así se explican todos esos cristianos de funeral, ¿no? Esos cuya vida parece un funeral constante. Prefieren la tristeza que la alegría. Se mueven mejor no en la luz de la alegría, sino en las sombras, como esos animales que solo pueden salir de noche, pero no a la luz del día, no ven nada, añadió.
Agregó que quienes tienen esas actitudes son como los murciélagos y agregó que, con un poco de sentido del humor, se puede decir que son cristianos murciélago, que prefieren las sombras a la luz de la presencia del señor.
Según el Papa Francisco, muchas veces los fieles están petrificados o llenos de miedo cuando llega esa alegría, creen que ven a un fantasma o piensan que Jesús es una forma de actuar, una serie de obligaciones. La vida cristiana debe ser un diálogo con Jesús, porque (y esto es cierto) Jesús siempre está con nosotros, está siempre con nuestros problemas, con nuestras dificultades, con nuestras buenas obras, estableció.