Ante más de 300 clérigos congregados en el Aula Nueva del Sínodo con motivo de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), el líder católico pronunció un discurso inédito con el cual se abrieron los trabajos de esa reunión.
Los pastores deben huir de las tentaciones (que son legiones) las cuales desfiguran la Iglesia: la gestión personalista del tiempo, como si pudiese existir un bienestar más allá de nuestras comunidades, dijo.
Los chismes, las medias verdades que se vuelven mentiras, la letanía de las lamentaciones que exhibe íntimas desilusiones, la dureza de quien juzga sin involucrarse, pero también el laxismo de cuantos son condescendientes sin hacerse cargo del otro, añadió.
Ante los pastores de una Iglesia que se encuentra entre las más ricas del mundo, instó a no confiar en la abundancia de los recursos y estructuras ni tampoco en las estrategias organizativas.
Estigmatizó el carrierismo eclesiástico, esa ambición que genera corrientes y sectarismos. Pidió que sea real la libertad de discusión y expresión entre los obispos, quienes deberían llevar un estilo de vida simple, desprendido, pobre y misericordioso, para poder estar cerca de la gente.
Criticó los celos internos, la ceguera inducida por la envidia, la ambición y advirtió: ¡Cuánto está vacío el quien se obsesiona con sí mismo!.
Calificó como un mal, el replegarse de quienes van a buscar en las formas del pasado las seguridades perdidas, y la pretensión de cuantos quisieran defender la unidad negando la diversidad.
Denunció además la cabeza estéril de quien se queda sentado a los pies del campanario, sin atravesar la plaza, dejando que el mundo vaya por su camino.
Los defectos y el escándalo de la división manchan el rostro de la Iglesia. Nada justifica la división: mejor ceder, mejor renunciar, dispuestos a veces a traer sobre sí mismos la prueba de la injusticia antes que lacerar la túnica y escandalizar al pueblo santo de Dios, ponderó.
Al inicio de su discurso, pronunciado en italiano, bromeó asegurando que leyó un diario en el cual decía que de los miembros del consejo de presidencia de la CEI unos son hombres del papa y otros no.
La presidencia, de cinco o seis, ¡son todos hombres del Papa! Para hablar con este lenguaje político. Pero nosotros debemos usar el lenguaje de la comunión. La prensa a veces inventa muchas cosas, ¿no?, concluyó.