Ciudad del Vaticano, 17 Sep (Notimex).- El Papa Francisco advirtió hoy que la existencia de niños y mujeres obligados a vivir en las calles es una vergüenza de nuestras sociedades, que se precian de ser modernas y haber alcanzado altos niveles de cultura y desarrollo.
Esto durante un encuentro en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano con los asistentes a un simposio internacional, organizado por el Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes.
Los niños y las mujeres de la calle no son números, no son paquetes para intercambiar, no son mercancía. Son seres humanos con nombre propio y un propio rostro, con una identidad donada por Dios a cada uno de ellos. Son hijos de Dios como nosotros, iguales a nosotros, con los mismos derechos, dijo el pontífice.
En su mensaje, pronunciado en italiano, aclaró que ningún niño elige por cuenta propia vivir en la calle y lamentó que, también en el mundo moderno y globalizado, a tantos pequeños se les robe su infancia, sus derechos y su futuro.
Criticó la carencia de leyes y estructuras adecuadas que contribuyen a agravar su estado de privación.
Calificó como preocupante el aumento del número de jóvenes y mujeres que son obligados a ganarse para vivir en la calle, vendiendo el propio cuerpo, explotados por las organizaciones criminales y a veces por parientes y familiares.
Cada niños abandonado u obligado a vivir en la calle, presa de las organizaciones criminales, es un grito que sube a Dios, es un grito de acusación contra un sistema social que desde hace decenios criticamos, pero no logramos cambiar según los criterios de la justicia, insistió.
Sostuvo que la corrupción difundida y la búsqueda de la ganancia a toda costa privan a los inocentes y a los más débiles de las posibilidades de una vida digna, alimentan la criminalidad de la trata y las otras injusticias que graban sobre sus espaldas.
Ninguno puede permanecer inerte ante la urgente necesidad de salvaguardar la dignidad de la mujer, amenazada por factores cultural y económicos, subrayó.
Afirmó que tampoco la Iglesia puede callar ni sus instituciones pueden cerrar los ojos ante el nefasto fenómeno de los niños y de las mujeres de la calle.
Por eso consideró importante involucrar las diversas expresiones de la comunidad cristiana en los varios países con el fin de remover las causas que obligan a un niño y a una mujeres a vivir y sobrevivir en la calle.