Por Andrés Beltramo Alvarez. Enviado
Filadelfia, 27 Sep (Notimex).- El Papa advirtió hoy a más de 300 obispos de diversas partes del mundo que no es tiempo de lamentarse, ni de pasarse enumerando los defectos de la sociedad actual, y los instó a invertir todas sus energías en curar las heridas de nuestro tiempo.
En el seminario San Carlos Borromeo de esta ciudad Francisco se reunió con los prelados, entre los cuales había unos 20 mexicanos, aclaró que la familia no es una fuente de preocupación para la Iglesia, sino una bendición.
El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del género humano, precisó.
Afirmó que los cristianos no son seres inmunes a los cambios del tiempo actual, no a las múltiples problemáticas y posibilidades del mundo.
Dijo que la Iglesia se debate entre dos modelos: el almacén de barrio y el shopping center. Metafóricamente explicó que antes los negocios eran pequeños, había trato directo con el dueño, sin mucha variedad pero con una relación más humana, donde se fiaba por la confianza mutua.
Agregó que en los grandes centros comerciales sobran las opciones, no existe un vínculo personal ni una relación de vecindad, ya no se vende fiado y ya no se puede fiar de los demás.
Lo más importante de hoy parece que es ir detrás de la última tendencia o actividad. Inclusive a nivel religioso. Lo importante hoy lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir amistades, consumir religiones, consumir, consumir… No importa el costo ni las consecuencias, constató.
Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero trámite en la satisfacción de mis necesidades. Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su historia, con sus afectos, apuntó.
Según el Papa este comportamiento moderno genera una cultura que descarta todo aquello que ya no sirve o no satisface los gustos del consumidor, haciendo de la sociedad una vidriera pluricultural amplísima donde algunos consumen y muchos otros sólo comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Apuntó que esto genera una herida grande y calificó como una de las principales pobrezas contemporáneas la soledad radical de aquellos que corren diariamente detrás de un like o luchan constantemente por aumentar el número de followers en cualquiera de las redes sociales.
¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir en este mundo? ¿Deben ellos escuchar de sus pastores frases como: Todo pasado fue mejor, El mundo es un desastre y, si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar?, se preguntó.
No, no creo que este sea el camino. Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo, respondió.
Pidió a los obispos no equivocarse y no caer en la trampa, porque la cultura actual no sólo rechaza el matrimonio y la familia sólo por puro y simple egoísmo, ya que no todos los jóvenes de la época actual se han vuelto irremediablemente tímidos, débiles, inconsistentes.
Insistió que algunos jóvenes han interiorizado un miedo inconsciente, sin que en realidad tengan miedo y por eso retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales.
Según el Papa los pastores están llamados a aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias; no deben explicar una y otra vez los defectos de la época actual y los méritos del cristianismo, sino emplear sus energías en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia.
Les llamó a hablar de la familia como una buena noticia, porque no se trata de una fantasía romántica, y les pidió velar por el crecimiento de sus ovejas no desde la práctica del discursear, sino del pastorear.
El pastor siempre está en vela ayudando a levantar la mirada cuando aparece el desgano, la frustración y las caídas. Sería bueno preguntarnos si en nuestro ministerio pastoral sabemos perder el tiempo con las familias. ¿Sabemos estar con ellas, compartir sus dificultades y sus alegrías?, cuestionó.
Que Dios nos conceda el don de esta nueva proximidad entre la familia y la Iglesia. La familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la evidencia de una bendición irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido servir, sentenció.
NTX/I/ABA/MMMM/PAPA15