NUEVA YORK (AP) Los peruanos siguen teniendo rencor a Lori Berenson por su asociación con el segundo grupo rebelde del país en los 90, y ella vivió con su hijo nacido en la cárcel en una especie de limbo durante cinco años después de recibir la libertad condicional.
Berenson, quien viajó a Perú hace dos décadas para participar en cambios revolucionarios, regresó el jueves a Nueva York.
En Perú fue tratada con rencor hasta el final.
Con su hijo Salvador en brazos, la madre soltera de 46 años atravesó rápidamente el aeropuerto de Lima rodeada por la policía. Quienes la reconocían, gritaban “fuera de aquí, terruca (terrorista). En un mensaje de texto, Berenson calificó el incidente de “increíblemente surrealista aunque totalmente típico”.
Aunque recibió la libertad condicional en 2010, no se le permitió abandonar el país hasta completar su condena de 20 años por “colaboración con el terrorismo”, o sea por ayudar al Movimiento Revolucionario Tupac Amaru.
Antes de partir, Berenson criticó duramente a la elite económica y política peruana, que según dijo en una entrevista no estaba dispuesta a enfrentar las heridas aún abiertas del conflicto de 1980-2000.
Y sigue creyendo, como dijo al ser arrestada, que Tupac Amaru no era un movimiento terrorista.
“En ocasiones pudo emplear tácticas terroristas, pero no creo que le quepa el rótulo de organización terrorista”, dijo Berenson. Lo comparó con los rebeldes salvadoreños que negociaron la paz en 1992 y para los cuales trabajó antes de mudarse a Lima a fines de 1994.
Berenson dijo que si bien lamenta cualquier daño que hubiese causado el MRTA robó, secuestró y mató, pero no cometió masacres como los fanáticos de Sendero Luminoso_, le disgustan la desigualdad y el racismo prevalecientes en Perú.
“No es como si el feudalismo hubiera terminado recientemente”, dijo al recordar cómo los dueños de las tierras negaron a los campesinos la posibilidad de educarse hasta bien entrado el siglo XX.
El año pasado obtuvo la licenciatura en sociología en estudios por internet, y su plan es vivir con sus padres, profesores universitarios, en Nueva York hasta que pueda instalarse, dijo.
“Mi objetivo es seguir trabajando en problemas de justicia social, evidentemente de manera distinta”, aseguró.
Mientras cumplía su sentencia, trabajaba en su casa haciendo traducciones para clientes a los que no identificó, incluido un grupo defensor de los derechos humanos.