CIUDAD DE MÉXICO (AP) La investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos no podría haber llegado en peor momento para México.
La violencia del narcotráfico ha repuntado de nuevo, el gobierno tiene problemas para combatir la corrupción rampante y se han registrado protestas en todo el país por el aumento este mes de los precios de la gasolina. México ha visto descender su producción de petróleo y no consigue producir todo el combustible que necesita.
Incluso antes de asumir el cargo, Trump ya ha dañado la economía mexicana al presionar a las automotrices para que saquen sus factorías de México, lo que amenaza a su sector manufacturero más importante y su posición como estrella en ascenso en la producción de automóviles. Ante un incierto panorama económico, el peso ha caído a mínimos históricos frente al dólar.
Ahora Trump asume el cargo con la promesa de que controlará la inmigración, luego de una famosa intervención en la que tachó a los migrantes de delincuentes y “violadores”. Las remesas que envían esos expatriados inyectan miles de millones de dólares en la economía mexicana.
El presidente electo también ha amenazado con imponer aranceles sobre los productos mexicanos y con obligar a México a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (conocido como TLC) y a pagar un muro a lo largo de los 3.145 kilómetros (2.000 millas) de frontera.
“Hemos iniciado un año lleno de retos y contrariedades”, dijo el miércoles en un comunicado la Comisión Episcopal mexicana para la Pastoral Social. “Las crisis económicas internacionales son fatales para nuestra economía, las elecciones y decisiones políticas de nuestros vecinos son paradójicamente tan importantes para nuestra dinámica como país, pero no tenemos siquiera la posibilidad de opinar”.
La victoria de Trump también ha empeorado la opinión de los mexicanos sobre su presidente, Enrique Peña Nieto, que celebró una impopular reunión con el entonces candidato republicano.
El índice de aprobación de Peña Nieto cayó al 12% este mes, según un sondeo de Grupo Reforma. Eso coincidió con un impulso del político populista de izquierdas Andrés Manuel López Obrador, cuyo partido Morena adelantó a todos los demás en la encuesta de Reforma. El 27% de los encuestados dijo que votaría por Morena si las elecciones a la presidencia, previstas para 2018, se celebrasen ahora. El sondeo tiene un margen de error de cuatro puntos porcentuales.
Dos grandes fabricantes han abandonado ya sus planes de expansión en México, y Trump ha amenazado a General Motors y BMW con un impuesto fronterizo sobre los vehículos construidos allí. Por ahora, BMW se ha atenido a sus planes de abrir una nueva fábrica en México, mientras que GM anunció que trasladaría de México a Michigan 450 nuevos empleos en la fabricación de ejes para camionetas descubiertas.
Las agencias de calificación han reducido la nota de la deuda de México, se espera que la inversión directa extranjera sufra y el gobierno ha tenido que reducir el gasto y aplicar el aumento de precios del combustible, que desencadenó protestas generalizadas y saqueos.
La inminente crisis ha dividido a los mexicanos en tres grandes grupo. El primero lo forma una elite gubernamental y de negocios que confía en ganarse a Trump con una estrategia pragmática, basándose en la experiencia corporativa del próximo presidente. El segundo reúne a grupos agrícolas a los que nunca les gustaron las enormes importaciones de grano estadounidense barato amparadas por el TLC y que confían en revocar partes del acuerdo de 1994. Otro segmento de la población quiere que sus líderes planten cara a los que mexicanos perciben de forma generalizada como la actitud abusona de Trump.
“Toda la sociedad mexicana está asustada por un presidente bravucón”, dijo Eugenia Correa, economista de la Universidad Nacional Autónoma de México, que predijo unos próximos meses movidos. “Las calificaciones van a seguir bajando, las inversiones extranjeras no van a llegar, o van a esperar a ver qué pasa”.
Correa señaló que, debido especialmente a las promesas de campaña de Trump, México tiene que reducir su dependencia de Estados Unidos, que es de lejos su mayor socio comercial, desarrollando refinerías nacionales de petróleo, la agricultura y lazos comerciales con otros países latinoamericanos.
Algunos temen la posibilidad de una oleada de migrantes que regresan, ya sea por deportaciones o por huir de un entorno hostil en Estados Unidos. Por ahora sólo ha habido casos anecdóticos de estas “autodeportaciones”, pero un éxodo de regresos podría diezmar los casi 25.000 millones de dólares en remesas que recibe el país cada año.
México debe prepararse para contraatacar, dijo el exministro de Exteriores Jorge Castañeda. Podría cooperar menos con los procesos de deportación, por ejemplo, o detener sus esfuerzos por vigilar su frontera sur y perseguir la inmigración centroamericana con destino a Estados Unidos.
“No tenemos por qué hacerle el trabajo sucio a cambio de nada, a un presidente que no es amigo de México”, dijo Castañeda. Él y otras personas también alegan que México podría dejar de ayudar a Estados Unidos en las operaciones antidroga.
Otros, como Víctor Suárez, que en 1995 lanzó un movimiento nacional de cooperativas agrícolas, dijo que las importaciones de grano que permitió la TLC sacaron del campo a 6 millones de agricultores y trabajadores mexicanos. Él ve un lado bueno a renegociar el acuerdo.
Suárez opina que el TLC ha perjudicado a trabajadores, campesinos, sindicatos y al medio ambiente en México, Estados Unidos y Canadá, y le gustaría que se establecieran protecciones para el maíz, los frijoles, el arroz y el azúcar mexicanos ante las exportaciones estadounidenses.
“Para nosotros, la renegociación del TLC ha sido una demanda histórica desde 1994 hasta el día de hoy, hemos demandado que fue mal negociado y fue peor ejecutado, en perjuicio de la agricultura mexicana”, afirmó.
El gobierno mexicano ha dicho que quiere negociar con Trump “tan pronto como sea posible”.
Peña Nieto nombró hace poco a Luis Videgaray, un conocido del yerno de Trump, Jared Kushner, para dirigir las conversaciones como secretario de relaciones exteriores. La apuesta es que a Trump le gusta cerrar acuerdos.
“Es un hombre que ha negociado toda su vida”, dijo Videgaray. “Tenemos que estar abiertos a renegociar el TLC en algunos puntos a favor de México”.