“Acabamos de destruir una casa donde se expendían drogas y, en el caso específico de esta localidad (Suba), le he pedido al señor alcalde que consulte con la alcaldía local y con los vecinos… para ver qué uso le quieren dar a esta propiedad”, dijo el mandatario a los reporteros tras la demolición de una de las llamadas “ollas” del microtráfico.
Santos, en campaña por la reelección los comicios del 25 de mayo, sugirió que la propiedad demolida por una retroexcavadora podría convertirse en un hogar infantil o en un comedor comunitario para los menos favorecidos.
Pero, insistió el jefe de Estado, serán los vecinos de Suba quienes decidirán qué utilidad se le dará.
Al tiempo que se destruía la casa de Suba, al sur de la ciudad, las autoridades policiales y cuadrillas de obreros hacían lo mismo con otras “ollas” en ciudades como Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena, según la policía.
Al final de la jornada el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, indicó en la sede de la Policía Nacional en Bogotá, que a lo largo del día fueron destruidos 52 locales de distribución de drogas en distintos puntos del país y otros 233 fueron allanados.
Esas “ollas” suelen estar ubicadas en zonas marginales o a las afueras de las ciudades donde indigentes ocupan viejas casas y locales comerciales, algunos abandonados, donde consumen, pero también venden drogas a nivel minorista o lo que la policía colombiana denomina “microtráfico”, que señala es parte del problema de criminalidad como extorsiones y robos.
El presidente Santos ha dicho que el problema con esos locales es que los narcotraficantes permiten a los hampones, algunos incluso menores de edad, que a cambio de proteger una determinada zona de expendio u olla, puedan cometer delitos como extorsión y hurto, que “son los que están afectando al ciudadano de pie”.