JUAZEIRO DE NORTE, Brasil (AP) Durante una semana, incluido el Día de los Muertos, Juazeiro do Norte recibe miles de peregrinos que vienen a homenajear al “Padre Cicero”, una figura venerada aquí como un santo pero que no es reconocido como tal por la Iglesia Católica Romana.
El reverendo Cicero Romao Batista nació en 1844 y murió a los 90 años en esta región pobre y árida del norte de Brasil. Sus admiradores dicen que durante una misa celebrada por el cura en 1889, una mujer que recibía la comunión declaró que la hostia se había convertido en sangre en su boca.
La gente lo consideró un milagro, pero el Vaticano se molestó y suspendió al Padre Cicero. La gente de la zona, no obstante, siguió creyendo y con el paso del tiempo Juazeiro do Norte pasó a ser un sitio de peregrinaje, uno de los principales centros de religiosidad popular de América Latina, que recibe cientos de miles de visitantes cada año.
Los peregrinos recorren a pie un sendero de tierra de dos kilómetros (1,2 millas) para llegar a la tumba del Padre Cicero. Llevan consigo fotos del cura y cruces de las que cuelgan coloridas cintas. Los miembros de la tribu panakararu lucen sus indumentarias tradicionales, hechas con materiales que parecen paja. Alguna gente carga pesadas rocas en sus cabezas como forma de sacrificio. Más cintas marcan el inicio del recorrido y tienen escritas promesas que se le hacen al cura, las cuales son atadas a ramas.
“Le pido al Padre Cicero que bendiga mi cosecha y mi familia”, dijo Edite Moreira Monteiro, un agricultor de 56 años, mientras besa una pequeña estatua del cura colocada al comienzo del recorrido. “Me da felicidad”.
Ante la popularidad del Padre Cicero, el papa Benedicto XVI propuso que su vida sea estudiada con miras a una posible canonización. El estudio está en marcha y sus partidarios esperan que el religioso sea rehabilitado y canonizado algún día.
El Padre Cicero era un cura y también un político, que fue alcalde de Juazeiro do Norte durante 15 años. Se hizo fama de que ayudaba a los pobres y mejoraba la vida de los agricultores y los residentes del norte del país.
“Creemos que fue, y que sigue siendo, una persona importante para el noreste. Esperamos que interceda (ante Dios) y nos mande lluvia”, expresó Leunil Gomes de Carvalho, de 36 años, de la ciudad de Floresta, que dice que visita la estatua de Pedro Cicero desde los seis años.
Al igual que Gomes de Carvalho, cientos de miles de personas visitan la enorme estatua todos los años, junto con otras estatuas más pequeñas y capillas construidas en homenaje al hombre considerado el santo patrono de esta ciudad del estado de Ceará.
La gente hace cola para tocar la estatua, algunos rezan de rodillas frente a ella mientras que los mendigos piden monedas. Otros dejan cartas de agradecimiento al Padre Cicero, a quien atribuyen milagros. Algunos dan tres vueltas a la estatua en la esperanza de que sus rezos sean escuchados.
Cerca de una gran roca conocida como “la piedra del pecado”, Zicelia Henrique dos Santos, de 28 años, vestida de blanco como Nuestra Señora de Fátima, pasaba por una estrecha abertura en la roca para recibir una bendición, según la tradición.
“Vengo desde niña”, cuenta, agregando que está cumpliendo una promesa hecha por su madre. “Estaba enferma y me curé”.