El general de brigada del ejército Alan Arrojado dijo el miércoles que las autoridades estaban intentando verificar la autenticidad de la grabación, agregando que el ejército rechazará cualquier exigencia de los insurgentes.
El video circuló por internet y en SITE Intelligence Group con sede en Estados Unidos, que monitorea ciberpáginas yihadis. Muestra a los secuestrados, con aspecto abatido, sentados en un claro con hierba con una docena de pistoleros, en un mayoría enmascarados, de pie detrás de ellos. Dos banderas negras asociadas a la milicia radical Estado Islámico colgaban del vasto follaje detrás.
Los tres rehenes extranjeros, que aparentemente hablaban bajo coacción, instaron a los gobiernos de Canadá y Filipinas a parar los ataques militares, especialmente de fuego de artillería, que según uno de los retenidos se producían cerca de ellos. Otro de ellos, que se identificó como John Ridsdel, habló mientras un insurgente agarraba su cabeza y lo amenazaba con un machete.
“Suplicamos al gobierno canadiense que por favor, por favor nos ayuda, y al gobierno Filipino (…) que pare todas las operaciones que están en marcha como el fuego de artillería que está muy cerca de nosotros”, dijo Ridsdel.
Uno de los enmascarados leyó un comunicado, diciendo que negociarán con los gobiernos canadiense y filipino y que darán a conocer sus demandas una vez paren los asaltos. Los pistoleros gritaron luego Allahu akbar, o Alá es grande.
Arrojado, que durante meses ha liderado la ofensiva del país contra los extremistas del grupo Abu Sayyaf en la provincia de Sulu, una región mayoritariamente musulmana a unos 950 kilómetros (590 millas) al sur de Manila, dijo que los asaltos no se detendrán.
“Nuestra orden es ir tras los enemigos del Estado”, dijo Arrojado a The Associated Press vía telefónica.
Los secuestradores no se identificaron, pero autoridades filipinas sospechan que los extremistas de Abu Sayyaf están detrás del incidente por sus antecedentes en el rapto de personas y la publicación de videos similares al del miércoles. Normalmente buscan obtener grandes recompensas de los gobiernos y familiares de sus víctimas.
Ridsdel y el otro canadiense, Robert Hall, el noruego Kjartan Sekkingstad y una mujer filipina identificada como Tess Flor, fueron capturado el mes pasado por pistoleros en el puerto de la isla de Samal, también en el sur del país.