El presidente Donald Trump, parece estar decidido: Estados Unidos se retira del Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Y si bien la medida no ha sido confirmada por la Casa Blanca y aún puede ser modificada, implicar mucho más que la ruptura de un pacto o la disolución del legado de Barack Obama.
Según medios estadounidenses, la retirada ya está prácticamente lista, pero la imprevisibilidad del presidente y su innata capacidad para los giros inesperados dejan abierta la puerta a una sorpresa de última hora. El propio mandatario pareció jugar al suspenso cuando indicó en Twitter que su conclusión se conocería “en los próximos días”.
Los sectores más radicales, encabezados por el estratega jefe, Stephen Bannon, y el director de la Agencia de Protección Ambiental, Scott Pruitt, han apostado desde el inicio por la ruptura.
A ellos se oponen los secretarios de Estado y Comercio, así como la hija predilecta del presidente, Ivanka, y su marido, el influyente consejero Jared Kushner. Aunque cuentan con el apoyo de las potencias europeas y la comunidad científica, nunca han logrado convencer del todo al presidente.
Durante años, Trump se ha mostrado renuente a aceptar el acuerdo del cambio climático: No sólo ha cuestionado que el aumento de las temperaturas se deba al hombre, sino que considera que se trata de un pacto contrario a los intereses estadounidenses y que da ventaja competitiva a China e India.
Por ello, si finalmente opta por abandonarlo, la señal que enviaría es inequívoca. Estados Unidos habría consumado su giro aislacionista, lo que además podría motivar a otras naciones a abandonar el acuerdo.
El Acuerdo de París, al que se han sumado 195 países, tiene como objetivo evitar que a finales de siglo la temperatura mundial supere en dos grados el nivel preindustrial (ahora mismo ya ha aumentado 1,1º). Para lograrlo propone limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Obama firmó el pacto en 2016 y ofreció recortar las emisiones entre un 26% y 28% para 2025 respecto a los niveles de 2005. Con este fin, desplegó una ingente batería de medidas legales que Trump se ha apresurado a bloquear, dando vía libre a la industria del carbón y retirando restricciones a sectores altamente contaminantes.
¿La meta de Trump? Beneficiar a esos sectores deprimidos del antiguo cinturón industrial que le dieron el voto. Para la narrativa presidencial, su presunta mejora responde al “interés nacional” y queda por encima de sus devastadores efectos ecológicos y sociales.