Mientras algunos demócratas se han mostrado renuentes a condenar las tácticas de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés), el Partido Republicano ha comenzado a respaldar un giro libertario que se opone a los amplios poderes de espionaje de la NSA, con lo cual este partido se aparta bruscamente de las políticas agresivas de seguridad nacional que lo han caracterizado durante décadas.
Las diferencias son notables y nada tradicionales. El Comité Nacional Republicano, libertarios civilistas como el senador Rand Paul y liberales como la senadora demócrata Elizabeth Warren se alinean en un bando. El senador republicano Marco Rubio, la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, y las conducciones de la Cámara de Representantes y el Senado (republicana y demócrata, respectivamente) figuran en el bando opuesto, defendiendo el programa de espionaje del presidente Barack Obama por considerarlo necesario para la prevención del terrorismo.
La división en cada partido podría tener consecuencias políticas y prácticas antes de las elecciones del 2014 y las presidenciales del 2016.
El Congreso podría encarar en el segundo trimestre el programa de espionaje electrónico antes de que los legisladores vuelvan a sus estados para dedicarse a las elecciones de noviembre. Empero, si el Congreso da las largas al debate de esa vigilancia a principios del próximo año, reaparecerá al comenzar la temporada de elecciones primarias presidenciales.
El tema está centrado en la recopilación de millones de llamadas telefónicas de los estadounidenses, autorizada bajo la Sección 215 de la Ley Patriótica de Estados Unidos. Los detalles del programa eran secretos hasta junio, cuando el analista de la NSA Edward Snowden filtró documentos secretos que describieron la extensión de las actividades del gobierno.
Más de una década después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, los estadounidenses están menos dispuestos a respaldar esas tácticas de espionaje en nombre de la seguridad nacional. Sondeos de opinión recientes muestran una gran contracción en el respaldo público a los programas de la NSA creados bajo el gobierno del presidente republicano George W. Bush y continuados por Obama.
La Casa Blanca justifica el programa de espionaje electrónico, en parte, debido a la continuada aprobación y respaldo del Congreso.