Por Juan José Romero. Corresponsal
San Luis Río Colorado, Son. 31 Oct (Notimex).- Los epitafios pueden decir mucho sobre la vida del difunto y la relación que tuvo con sus seres queridos, deudos, como lo relevan los escritos en las tumbas del panteón municipal de esta frontera de Sonora.
Durante un recorrido por el cementerio es posible observar las diferentes inscripciones que plasmaron quienes elaboran lápidas a petición de los familiares de quienes dejaron este mundo.
En la sepultura de José Pedro González Gil (1954-1994), como una exhortación a preservar su memoria, su esposa e hijos escribieron: “No sólo se muere cuando se desaparece, sino cuando se deja de pensar en ti”.
En el lugar de descanso de Cuquita Moncada (1932-1989), sus hijos plasmaron un poema de incredulidad sobre la partida: “Madre, y ya que te fuiste así tan pronto/ que no creo en verdad que te hayas ido/ o si guardas silencio solamente.
“Que aún no puedo creer que te he perdido/ o tal vez sea tu voz la que me miente/ y por verme llorar no has respondido”.
A Juana Arellano (1929-2013) le dedicaron una frase tradicional, escogida entre las que tienen los fabricantes de lápidas: “Una flor sobre tu tumba se marchita. Una lágrima sobre tu tumba se evapora. Una oración por ti la recibe Dios”.
También se puede saber algo más sobre los difuntos a partir de lo que está escrito en las losas mortuorias, como donde se encuentran los cuerpos de los esposos Brígido del Río Cabral y María Candelaria Sandoval del Río.
Después de años de matrimonio ella, nacida en 1941, falleció el 28 de enero de 1988, y él, nacido en 1930, murió casi ocho meses después, el 20 de septiembre de 1988. “Ella se lo llevó”, es la frase popular.
También en el sepulcro de José Isabel Valdez Herrera (1971-1989) sus familiares escribieron un epitafio clásico: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá”, frase muy conocida de la Biblia.
De acuerdo con la tabla Defunciones Generales Totales por Principales Causas de Mortalidad 2013 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), ese año fallecieron 623 mil 600 personas en el país.
Las principales causas fueron en 116 mil 002 casos las enfermedades del corazón; diabetes mellitus con 89 mil 420; tumores malignos 75 mil 229; accidentes 36 mil 293; y enfermedades del hígado 34 mil 765 casos.
También figuran las enfermedades cerebrovasculares con 32 mil 675 casos; las agresiones con 23 mil 063; las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas con 20 mil 481; además de influenza y neumonía con 17 mil 417 casos.
El resto de las muertes fueron ocasionadas por al menos otras 11 causas, y 10 mil 808 decesos correspondieron al rubro “Síntomas, signos y hallazgos anormales clínicos y de laboratorio, no clasificados en otra parte”.
Sobre la despedida que familiares y amigos brindan a sus seres queridos habló el enterrador Julio Hernández, quien reside en la colonia 10 de Abril, vecina al cementerio, y por su cuenta acude a los sepelios a ayudar.
“Cada quien tiene su forma. Hay gente que lleva la banda de Sinaloa, otros hacen hasta una misa, hay gente que nomás llora y hasta los que no quieren que se diga nada y sólo piden que empecemos a echar la tierra”, expresó.
Mencionó que desde hace seis años se quedó sin trabajo, por lo que empezó a acudir al panteón cuando se ve que hay funerales, así que ayuda a sacar tierra, regar el lugar de la sepultura, acomodar flores y hacer el entierro.
Comentó que es importante mostrar respeto a la gente durante estos momentos en que despiden a un familiar, porque eso puede generar algunas propinas.
Manuel Cuen, escritor itinerante de Sonora y Arizona, habló sobre otro tipo de epitafio: la calavera, forma literaria que es una composición en verso tradicional en México.
“Suelen escribirse en vísperas del Día de los Muertos. Son versos irreverentes, escritos a modo de epitafios, retratando a las personas como si estuvieran muertas. Se utilizan para canalizar sentimientos que en otro contexto sería difícil expresar”, destacó.
Antiguamente conocidos como panteones, estos versos nacieron en el siglo XIX a modo de epitafio burlesco y como modo de expresar ideas o sentimientos que en otras oportunidades sería difícil decir, dijo.
Las primeras calaveras impresas fueron publicadas en 1849 en el periódico El Socialista, de Guadalajara, y fueron frecuentemente censuradas o destruidas, ya que también servían como medio para expresar descontento con los políticos de la época, refirió.
Los dibujos que suelen acompañar los versos son conocidos con el nombre de La Catrina o Calavera Garbancera, figura creada por José Guadalupe Posada y bautizada por el muralista Diego Rivera.
La tanatóloga Sandra Martínez, especialista en tratamiento psicológico en casos de pérdida, mencionó que estas manifestaciones son producto de las ideas que los mexicanos tienen acerca de la muerte.
“Es parte de nuestra educación. Como que sí pero no. Y de hecho vemos a la muerte como un hecho muy alejado. Sí se mueren, pero otros menos yo”, dijo la psicóloga egresada de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).
Mencionó que sólo ante situaciones como el diagnóstico de alguna enfermedad grave es cuando en la mayoría de la gente llega el cambio de conciencia, de decir “esto sí me puede pasar a mí”.
Puntualizó que las personas por lo regular sí saben que se van a morir algún día, “pero no lo ven como algo vigente y cercano. Allí es donde empezamos con este juego que es parte de nuestra cultura”.
La especialista en Tanatología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destacó que es una ciencia que no sólo trata aspectos de la muerte, sino de pérdidas en general como la de un patrimonio.
Subrayó lo importante de que las personas se acerquen a un profesional de la psicología cuando sientan que no están procesando esa pérdida en forma adecuada.
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