Los dirigentes carismáticos y el fervor contestatario que caracterizaron las candidaturas senatoriales del movimiento derechista Tea Party en años pasados están ausentes esta vez, un mal augurio para los demócratas que contaban con que sus rivales estarían divididos en este año de elecciones legislativas.
En Carolina del Norte, lo que parecía ser una feroz pugna entre un republicano tradicional y dos adversarios derechistas se ha esfumado, y las primarias son el 6 de mayo. Activistas del partido dicen que hay poca consciencia y menos entusiasmo entre el electorado conservador, aunque tienen en común que desean derrotar a la senadora demócrata Kay Hagan.
Cuando se le preguntó sobre la aseveración de los demócratas de que corre una “guerra civil” entre los republicanos, Marcus Kindley, quien fue líder de los republicanos en el condado de Guilford, responde: “Eso quisieran ellos”.
La misma situación se repite en otras localidades como en Texas, Carolina del Sur y Tennessee. En Kentucky, Matt Bevin, abanderado del Tea Party, no ha podido hacer mella contra la campaña de Mitch McConnell, líder de los republicanos en el Senado.
En Colorado, un candidato del Tea Party renunció a su campaña a fin de dejarle el camino despejado a otro republicano. En Georgia, el Tea Party no ha logrado unirse en torno a uno de los siete candidatos en la contienda.
Esto demuestra que el dramático surgimiento del Tea Party como movimiento derechista y nacionalista en el 2009 y el 2010 no fue garantía de éxito perdurable. Para prosperar, ese tipo de insurrección de derechas requiere de suficientes fondos, de un electorado apasionado, de candidatos carismáticos y de asistentes políticos experimentados.
En el pasado, denunciando que los políticos en funciones no eran suficientemente de derecha, las figuras del Tea Party ganaron las postulaciones senatoriales en más de una decena de estados, y luego ganaron las elecciones en Utah, Kentucky y Texas. Pero sufrieron aparatosas derrotas en Delaware, Nevada, Indiana y en otros estados, con lo que los demócratas pudieron mantener el control del Senado.
Ahora los republicanos tradicionales han aprendido su lección y están mandando abundantes donaciones a los candidatos de su preferencias, y por ende los más derechistas están en aprietos. El ejemplo más emblemático es el de Carolina del Norte.
En uno de los debates televisados entre los precandidatos republicanos la semana pasada, un candidato del Tea Party y otro del movimiento evangélico apenas pudieron retar a Thom Tillis, el favorito entre el establishment republicano. Siendo ésta su primera campaña, ambos parecían incapaces o renuentes a tildar a Tillis de ser demasiado cercano a los demócratas. Ello le permitió a Tillis minimizar sus diferencias con ambos. “Todos somos conservadores”, dijo Tillis en un momento en el debate, sin que alguien le increpara al respecto.
Greg Brannon, un obstetra de la zona de Raleigh y adorado por el Tea Party, lanzó unos tímidos dardos verbales contra Tillis, afirmando que aunque Tillis cuenta con el apoyo de la Asociación Nacional de Portadores de Armas (NRA), él tiene el apoyo de un grupo aún más partidario del derecho de portar armas de fuego.
Mark Harris, ministro en Charlotte que impulsó una norma contra el matrimonio entre homosexuales, no dijo gran cosa en los primeros dos debates. Sus partidarios se lamentaron cuando la National Right to Life, una importante agrupación anti-aborto, dio su respaldo a Tillis. Otra candidata es Heather Grant, quien fue enfermera en el ejército.
Tillis cuenta con que sus nexos con la cúpula republicana le ayudarán a evitar, o en todo caso ganar, una primaria que le cueste mucho dinero. Si ninguno de los candidatos logra más de 40% en las primarias del 6 de mayo, habrá una segunda vuelta el 15 de julio. Entre los partidarios de Tillis están el gobernador Pat McCrory y el senador Richard Burr.
Hasta ahora, la participación de otros peces gordos entre los republicanos (como el senador de Kentucky Rand Paul, que apoya a Brannon, y el ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee, quien respalda a Harris) ha generado escaso interés. Otros grupos de derecha, como el Club for Growth, se han abstenido de participar.
Aun hay tiempo, aunque poco, para una insurrección contra Tillis. En teoría, el escaso interés del electorado podría ir a la ventaja de Harris o Brannon si sus partidarios están más energizados y van a votar, y los demás no. Por otra parte, dijo Kindley, muchos votantes “dan por sentado que Tillis es el candidato”.
La escasa participación de los grupos derechistas le ha permitido a Tillis concentrar sus ataques en Hagan con miras a elecciones legislativas del 4 de noviembre. Los republicanos necesitan seis escaños para ganar el control de la cámara alta.
Hagan dice que Tillis debe responder por la tendencia a la derecha que ha tomado el Congreso en Washington, que redujo los gastos para la educación pública y cortó los aumentos salariales para maestros y los subsidios públicos a los desempleados, además de restringir el derecho al voto y el acceso a practicarse un aborto.
La legisladora señala cómo Tillis se jacta de rechazar fondos federales que podrían haber extendido la asistencia financiera a los pobres. Tillis se opone a que haya un salario mínimo uniforme a nivel nacional, y dice que considera la posibilidad de eliminar el Departamento de Educación.
En los debates, sus tres contrincantes prometieron que de ganar, deportarían a millones de inmigrantes que se encuentran en este país ilegalmente. “Son criminales”, sentenció Grant. Tillis vacila en su posición al respecto.
En una entrevista después del debate, explicó que “necesitamos cerrar la frontera, dejar en claro que no habrá una amnistía, y designar a una comisión que pueda elaborar un plan sensato”. Tillis dice que está orgulloso de sus logros legislativos. “Dirigí una revolución conservadora en Raleigh”, declara. “A los liberales no les gusta, pero a los conservadores les encanta”.