Según el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, si bien el Papa Benedicto XVI emérito vive en modo discreto, esto no quiere decir que se encuentra aislado o encerrado en una clausura estricta. Benedicto XVI ha sido siempre un hombre de oración, en toda su vida, y deseaba tener un tiempo en el cual vivir esta dimensión de oración con más espacio, totalidad y profundidad. Este es su momento, dijo el sacerdote jesuita a la Radio Vaticana.
Desarrolla una actividad normal para una persona anciana religiosa: por lo tanto una vida de oración, de reflexión, de lectura, de escritura en el sentido que responde a la correspondencia que recibe, de coloquios, de encuentros con personas que le son cercanas, agregó.
La mañana del 11 de febrero de 2013, Joseph Ratzinger sorprendió al mundo pronunciando su renuncia al papado en latín, durante una reunión con cardenales de la Curia Romana. Unos 17 días después, el 28 de febrero, se dirigió a la residencia estiva de los Papas en Castel Gandolfo, a 25 kilómetros al sur de Roma. Su dimisión entró en vigor ese mismo día, a las 20:00 horas locales (19:00 GMT).
El 2 de mayo siguiente Benedicto regresó al Vaticano donde ya estaba en el pleno de sus funciones su sucesor, Jorge Mario Bergoglio, que había tomado el nombre de Francisco. Desde ese momento reside en un monasterio dentro de los Jardines Vaticanos.
Lombardi aseguró que el Papa emérito conduce la vida de una persona rica espiritualmente, de gran experiencia y con una relación discreta con los demás. Precisó que entre estas relaciones se cuenta aquella con su sucesor, con quien tiene momentos de encuentro personal, de diálogo, contacto telefónico o intercambio de mensajes.
La relación entre ambos Papas demuestra que el pontificado es un servicio y no un poder, porque si los problemas se viviesen en clave de poder, entonces dos personas podrían tener dificultad en coexistir, sería difícil el hecho de renunciar al poder y convivir con el sucesor. Pero si se vive todo exclusivamente como servicio, entonces una persona que ha cumplido con su servicio ante Dios y en plena conciencia pasa la estafeta a otra persona, entonces el problema no existe, explicó.
El portavoz recordó también el gesto inusitado y sorprendente de la renuncia del Papa Benedicto XVI, que no se verificaba desde hacía siglos. Calificó como un gran acto de gobierno la dimisión, una decisión tomada libremente que incide de verdad en la situación y en la historia de la Iglesia.
Sostuvo que esa determinación demostró una gran valentía porque al ser un acto inédito podían existir problemas y dudas sobre qué cosa habría significado para el futuro, cómo habría sido recibida de parte del pueblo de Dios o del público. La claridad con la cual Benedicto XVI se había preparado a este gesto y, diría, la fe con la cual se había preparado, le dio la tranquilidad y la fuerza necesaria para ponerla en práctica, con valentía y serenidad, ponderó.