Con remembranzas y exhibiciones planeadas de San Diego a Singapur, los sitios con pocas o ignoradas conexiones con el Titanic muestran el poder que tiene la tragedia en todo el mundo 102 años después del naufragio de la nave el 15 de abril de 1912 que cobró la vida de más de 1.500 personas.
En Newport, Rhode Island, los visitantes pueden acudir a la exposición “Tenis y el Titanic” que el museo del tenis programó como homenaje a los integrantes del Salón de la Fama Richard Norris Williams II y Karl Howell Behr. Ambos se conocieron cuando sus edades rondaban los 20 años a bordo del barco de rescate Carpathia y se hicieron amigos, teniendo en común tanto el tenis como la tragedia.
Williams, que se crió en Suiza, viajaba en compañía de su padre rumbo a Massachusetts, donde acudiría a estudiar a Harvard. Mientras el barco se hundía, ambos se prepararon para saltar a las aguas, pero una de las chimeneas del Titanic se vino abajo, cayendo sobre el padre de Williams.
El joven de 21 años decidió saltar y encontró un bote salvavidas.
“Subió a bordo y pasó las siguientes cinco horas con el agua de 28 grados hasta la cintura, y en ocasiones más arriba”, dijo el hijo de Williams, Quincy Williams, ahora de 80 años, que estuvo presente en la inauguración de la exposición el jueves y participó en una discusión pública con integrantes de la familia de Behr.
Behr, que de antemano era un exitoso tenista que compró un boleto para la primera travesía del Titanic en busca de una mujer, se convirtió en integrante del comité de sobrevivientes del Carpathia, ayudando a poner a salvo a otros pasajeros. Se plantó ante los padres de la mujer que desaprobaban la relación y más adelante se casó con ella.
Williams y Behr se enfrentaron varias veces en la cancha, siendo la más notable dos años después del hundimiento, en la ronda de cuartos de final del Campeonato Nacional de Estados Unidos, que ese año se realizó en Newport. Williams derrotó a Behr en tres sets.