Xalapa, 28 Oct (Notimex).- Xico, un rincón mágico de Veracruz, recibe por estas fechas a las catrinas, que sitian calles y casonas, las cuales son adornadas por los esperpentos enzapatillados y con bolsos de mano que anuncian la llegada del Día de Muertos.
Desde su aparición como un grabado de José Guadalupe Posada, en 1913, la calavera garbancera se apropió de un lugar en la idiosincrasia mexicana, mediante una serie de versos que criticaban duramente a gente común que intentaba aparentar riqueza o posición social.
Hoy, conocida como La Catrina, la imagen de esta calavera es el símbolo de la muerte en México, con toda y su extraña y a veces difícilmente comprensible, carga lúdica y hasta irreverente.
Merced Méndez Gómez y su familia tienen un comercio en la calzada hacia la cascada de Texolo, y en cuyo frente hicieron una instalación con catrinas que pusieron por iniciativa propia como una manera de reforzar la tradición y como atractivo para su negocio.
Ambos fines se cumplen, porque en la parte trasera tienen un taller en el que enseñan gratuitamente, a quienes deseen, a confeccionarlas, y por otro lado, los visitantes se toman fotos y se acercan al negocio a consumir los toritos tradicionales.
Su hija, Marcela Suárez Méndez, comentó: El fin es celebrar el Día de Muertos, que es parte de la vida; el tener una catrina es recordar a nuestros muertos, una tradición muy de México, por lo que se invita a niños y adultos a que elaboren una.
Así, pelucas usadas, zapatillas viejas, vestidos antiguos, joyería de fantasía, cartón, alambre y madera son los componentes para que estas figuras luzcan espeluznantes sonrisas ante el paso de los visitantes.
Este año al menos 100 catrinas serán exhibidas en las calles del pueblo, producto de los talleres que impulsan la confección de estas piezas llenas de colorido horror, y de un raro encanto que celebra la vida desde la aridez de la muerte.
Además, en lo que será el Museo Taurino, José Luis Morales Hernández enseña cómo hacer catrinas de cartón en el taller que abrió el ayuntamiento.
A este sitio asisten 82 personas, que elaboran calaveras adornadas con distintos motivos, a un ritmo de trabajo de tres horas por día, tres días a la semana.
En la calma habitual del pueblo, los xiqueños toman como escenario el interior de sus antiguas casonas, donde el ambiente se articula como un contexto ideal para la convivencia entre vivos y muertos.
Por ejemplo, en la calle Hidalgo, o Calle Real, en la casona número 89, la sala se transforma en una reunión de muertos a la hora del té.
Una instalación de calaveras ataviadas con vestuarios antiguos, sitia la sala. Son los vivos y muertos de la mansión conviviendo en los vetustos asientos, respirando un aire mezclado del calor de los vivos, proveniente del interior de la casa y rachas del frío que proviene de la calle.
Artemio Pozos Galván es un joven comerciante de 31 años, entusiasta en el tema del Día de Muertos, quien cada año busca un tema, un detalle que acentuar y a partir de allí, armar la tétrica y lúdica exposición.
En esta ocasión, destaca un personaje: La nena, protagonista de una leyenda que narra cómo, por caprichosa y desobediente, quiso peinarse la longa cabellera con agua bendita el Jueves de Ascensión, día prohibido para bañarse, porque encarnaría a una princesa en una pequeña obra de teatro.
Tras pedirle al mozo que le cumpliera el deseo, la nena desobedeció y se bañó, luego se recostó y los cabellos quedaron sueltos en la almohada.
Es una forma de recordar a mis seres que ya no están presentes, pero aquí conviven también los que siguen vivos, porque tengo fotos de mis tías y de mi mamá, quienes aún están con vida, pero al final de cuentas, el Día de Muertos es eso, una fiesta para los que no están junto con los que estamos aún, expresó.
Al igual que Artemio, muchos xiqueños participan activamente en esta celebración, y lo hacen sin intención de obtener algo más allá de la aprobación de quienes ven su trabajo, lo hacen sólo por fortalecer esta parte de nuestra cultura y con el ánimo de festejar la vida desde la muerte.