Las seis familias de Siria e Irak que partieron de Grecia el miércoles marcan el inicio de un programa que busca realojar a refugiados, que llegan al país procedentes de la vecina Turquía, en otros miembros de la Unión Europea evitándoles recorrer a pie la ardua y a menudo peligrosa ruta de los Balcanes.
Esta cifra es minúscula comparada con la avalancha de personas que arriesgan sus vidas para llegar a la costa griega desde la vecina Turquía. Docenas de lanchas, barcos de madera y otras embarcaciones arriban a las islas del Egeo a diario, con entre 40 y cientos de migrantes a bordo.
En lo que va de año, Grecia recibió a más de 600.000 refugiados y migrantes, la mayoría en los últimos meses.
Cientos fallecieron en naufragios o accidentes de las precarias barcas en las que cruzan el Egeo. Cuatro personas más dos niños y dos hombres se ahogaron el martes por la noche en un incidente de en una barca que trasladaba a casi 50 personas.
Funcionarios presentes en el aeropuerto de Atenas dijeron que esto es solo un comienzo simbólico y que el programa se ampliará.
“Por supuesto somos conscientes de que esto es solo un inicio, de que 30 personas son solo una gota en el océano frente a los miles que huyen (de sus casas por la guerra)”, dijo el primer ministro heleno, Alexis Tsipras. “Pero queremos hacer de esta gota un río”.
El programa de reubicación tiene como objetivo trasladar a 160.000 refugiados desde los países de la UE más afectados por la ola migratoria a otros estados miembro. Otro pequeño grupo partió ya desde Italia.
Tsipras destacó también la necesidad de trasladar a los refugiados directamente desde Turquía para evitar más muertes en el mar Egeo.
El primer ministro y el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, quien también estuvo en el aeropuerto, tienen previsto visitar el jueves la isla de Lesbos, destino de la mayoría de las travesías que comienzan en la costa turca.
El canciller de Luxemburgo, Jean Asselborn, dijo que el gesto “simbólico” del miércoles es “solo un inicio, pero un inicio muy, muy importante”.
Todos los responsables hicieron hincapié en que la construcción de vallas con alambre de púas en las fronteras para intentar frenar a los migrantes, una práctica adoptada por algunos de socios del bloque, no cumple con los valores comunitarios.
“Los muros, vallas y alambres de púas no pueden formar parte de la Unión Europea”, afirmó Asselborn.
Si Europa no puede cambiar esa imagen, así como los episodios de xenofobia, “de algún modo se destruyen los valores de la Unión Europea”, agregó.
Los reporteros no pudieron hablar con las familias reubicadas.