Workaholic, la adicción al trabajo que, aunque no lo creas, sí mata
Sabemos que la adicción al alcohol, al tabaco y a algunos estupefacientes puede matar pero, ¿sabías que ser adicta al trabajo también mata?
Quizá creas que vivir para trabajar en lugar de trabajar para vivir sea normal, pues no, se trata de una adicción. Los workaholics sienten un impulso incontrolable por ser productivos y no disfrutan del ocio. Las nuevas tecnologías y el temor a perder el empleo agravan el problema.
Una buena cantidad de hombres y mujeres han sido encontrados muertos tras las graves consecuencias que puede acarrear la falta de límites en la actividad laboral y la adicción al trabajo.
El término workaholic fue acuñado en 1971 por el psicólogo estadounidense Wayne Oates en un libro en el que hacía referencia a su propia adicción al trabajo, en una analogía con la dependencia del alcohol. Aunque la psiquiatría no lo reconoce como un trastorno mental, los expertos coinciden en que el fenómeno existe y que, en la actualidad, el temor a perder el empleo y las nuevas tecnologías son factores que agravan el problema. Se trata, sin duda, de una adicción que mata.
En una primera instancia, el cansancio y el estrés laboral provocan dolores de cabeza, de cuello y espalda, mareos, irritabilidad, baja tensión y depresiones profundas, pero también pueden llegar a causar enfermedades cardiovasculares. Además, si crees que trabajando más eres más productiva, estás en un grave error. Además, piénsalo, sin salud no tendrás nada, ni trabajo, ni dinero.
Los expertos han ubicado tres tipos de adictos al trabajo:
- Complacientes: Son menos ambiciosos y más sociables que los otros adictos. Para ellos la aprobación del jefe y de los compañeros de trabajo es de gran importancia. Se callan sus problemas y tienen más posibilidades de caer en una depresión.
- Controladores: Son ambiciosos, y odian perder el control. Cuando descienden en su rendimiento laboral, se vuelven ansiosos e irritables.
- Narcisista controlador: su personalidad está desequilibrada y, en situaciones de tensión, puede llegar a la despersonalización y a la desrealización. Son egocéntricos.