Que quede claro que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. El miedo a ser superado profesional o personalmente por otros deriva en el Síndrome de Procusto.
Se trata de un nombre de origen mitológico que retrata una figura que suele observarse en todo tipo de contextos y resulta nefasta para cualquier organización o sociedad.
He aquí el por qué se desprecia al que destaca. Procusto, hijo de Poseidón, daba hospedaje a los viajeros que visitaban Eleusis. Hasta ahí, todo bien.
Pero en algún momento de la estadía, obligaba a los huéspedes a acostarse en una cama de hierro. Si el huésped era más alto que ésta, cortaba su cabezas y pies y si era más pequeño, rompía sus extremidades y las alargaba hasta que quedaran con el tamaño justo. No es broma.
Procusto manipulaba el tamaño de sus huéspedes. Y de ahí, el nombre del Síndrome de Procusto, ese de despreciar tal o cual manera de ser. El clásico tema del niño “nerd”, El resto de la clase criticaba esta manera de ser, ¿por qué? Simplemente porque no era igual a la suya.
Como era de esperarse, las personas que sufren este síndrome son por lo general sumamente inseguras. El miedo provoca rechazo.
Tan lastimado está su amor propio que su bienestar depende del malestar de los demás.
Algún episodio traumático de la infancia que no se ha solucionado pero ellos no lo saben, peor aún, lo niegan.
Y, ojo, a envidia a veces se disfraza de consejos. Quien sufre este síndrome tiene una visión limitada, piensa que las cosas son de una determinada manera (y punto).
Es la intolerancia a la diferencia y sí, el Síndrome de Procusto es un must en la oficina, por eso:
- Mantente lo más sereno posible
- Da aviso al área de Recursos Humanos
- Denuncia cuando las agresiones y anulaciones lleguen a niveles intolerables
- Entiende que el problema está en el otro
- Buscar formas positivas de sobrellevar la situación