El control de los factores de riesgo cardiovascular resulta la mejor estrategia de prevención. En este sentido hacer ejercicio físico es fundamental, ya que no sólo mejora el estado de salud, sino que evita la aparición de enfermedades cardiovasculares.
Durante la práctica de ejercicio, las pérdidas de agua y sales minerales aumentan, por lo que es necesario hidratarse antes, durante y después del ejercicio físico.
Una de las estrategias clave en la prevención de las enfermedades cardiovasculares es la práctica de actividad física. Realizar ejercicio moderado, evitando de esta manera el sedentarismo, es un hábito de vida cardiosaludable, capaz de evitar el desarrollo de patologías cardiovasculares.
Al hacer ejercicio también se disminuye el estrés y se producen endorfinas, sustancia química que produce el cerebro y que provoca una sensación de satisfacción y ayuda a aliviar el dolor.
Durante la práctica de ejercicio, las pérdidas de agua y sales minerales aumentan, asimismo, influyen las condiciones ambientales (temperatura, humedad y viento), el estado físico (nivel de entrenamiento) y la intensidad y el tipo de ejercicio.
Es conveniente, sin caer en excesos, hidratarse antes, durante y después del ejercicio físico, ya que cualquiera aunque sea moderado, produce la eliminación de cierta cantidad de agua y sales minerales además de un consumo energético.
Por eso es necesario el aporte de agua y aconsejable el aporte de azúcar y sales minerales para el correcto funcionamiento de la actividad muscular. Al menos en caso de ejercicio prolongado (aproximadamente 45 minutos o más) es necesaria la reposición hídrica con sales minerales y cierta cantidad de azúcares.
Practicar actividad física de forma rutinaria hace posible que niños, jóvenes, adultos y adultos mayores tengan un buen metabolismo, gocen de salud cardiaca, disminuyan su peso corporal, además de mejorar su presión arterial y lograr gran elasticidad en las articulaciones.