La alergia es un mecanismo de reacción del sistema inmunitario a una sustancia del ambiente llamada alérgeno. Cuando un bebé con alergias entra en contacto con alguna de estas sustancias, ya al tocarlas, inhalarlas, comerlas o si se las inyectan, su organismo las detecta como un invasor peligroso y libera histaminas y otras sustancias químicas para rechazarlas.
Estas sustancias químicas producen irritación en su organismo y provocan síntomas tales como mucosidad clara, estornudos, comezón y tos. Los síntomas pueden ser leves o severos o continuos si está expuesto constantemente al alérgeno.
Entre los alérgenos generalmente se encuentran ciertos alimentos, medicamentos, los insectos, la caspa de los animales, los ácaros del polvo, el moho y el polen.
En la mayoría de los casos, los alérgenos pueden causar alergias nasales o rinitis alérgica, síntomas de la piel como dermatitis y salpullido o problemas intestinales cuando existe alergia los alimentos.
La rinitis alérgica puede aparecer por la presencia de ácaros del polvo, caspa de los animales, polen y moho. En algunos casos la alergia puede relacionarse con las almohadas de plumones y de plumas, o a las cobijas de felpilla o de lana.
Para saber si tu hijo padece alguna alergia será necesario que te apoyes de su pediatra y de un especialista en alergología.
A veces es necesario contar con la ayuda de estudios médicos para averiguar con exactitud la causa de una alergia. Por ejemplo, los análisis de sangre pueden ser menos precisos que las pruebas cutáneas.
Durante una prueba cutánea, el doctor aplica pequeñas cantidades de alérgenos comunes en la piel. Si el niño es alérgico a una sustancia, se manifestar con una roncha en la parte donde se aplicó.
En muchos casos, los bebés pueden tener reacciones menos fuertes que los niños mayores, por lo que se recomienda hacer este tipo de pruebas después de los tres años del menor.
Es mejor prevenir, ¿no crees?