Quienes nacieron este día viven una complicación creciente: su inconformidad –don natural con el que tendrán que lidiar toda su vida– aumenta conforme dejan de dedicarse a lo que realmente les gusta. Pueden triunfar en muchos aspectos de su vida, pero ellos no sabrán verlo o no podrán apreciarlo por varios velos que tienen delante de sus ojos y no se dan cuenta: el amor, el odio, las pasiones, los ideales, las causas, todas ellas se vuelven un complicado entramado de distracciones, de pensamientos que los desgastan sin llevarlos necesariamente a algo. Por otro lado, tienen una gran habilidad para hacer negocios, persiguen las causas justas pero su conciencia no los deja vivir en paz así como tampoco los deja actuar mucho.
La carta para los nacidos el siete de diciembre es el tres de bastos cuyo significado es ni más ni menos que el corazón, como instrumento de recepción al que le hace falta ser sincronizado con la armonía secreta que hay en el mundo y a la cual pocos llegan, a saber: el amor que fluye entre las cosas, no como un producto identificable, cuantificable y mesurable sino como el éter que hace de la realidad un sitio lleno de colores y olores. La realidad viene de la capacidad que tenemos de voluntariamente amar las cosas que la componen, sin necesidad de entenderlas o pensarlas.
La lucha se centra entonces entre el amor por la humanidad y por el prójimo y el amor propio y narcisista que juegan perfectamente con la ideología imperante de un sistema dedicado a homologarlo todo, para que pueda ser comercializado y consumido.
A los nacidos este día les queda el corazón, que dicho sea de paso siempre es una oportunidad, no para cambiar el mundo que hay sino para entregarse a su diferencia fundacional: un alma que se funde con un ideal: el sueño, ¿o será que este sueño al final es la única realidad posible?