La historia de La Catrina empieza durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. En estos periodos, se empezaron a popularizar textos escritos por la clase media que criticaban tanto a la situación del país como de las clases privilegiadas.
Los escritos, redactados de manera burlona y acompañados de dibujos de cráneos y esqueletos se empezaron a reproducir en los periódicos llamados de combate.
José Guadalupe Posada fue un célebre grabador, caricaturista e ilustrador que colaboró en medios como El Padre Cobos, El Ahuizote y La Patria Ilustrada. Sus críticas más populares, eran los dibujos de “calacas”; las calacas o calaveras ilustraban corridos, historias de crímenes, a políticos, damas, toreros, etc.
Es por ello que sus calaveras, bautizadas en un principio y por él mismo como “La Calavera Garbancera” representan al pueblo, a su carácter desenfado y festivo, y a la situación de la época, aunque hoy se les asocie más al día de muertos. El garbancero era aquel que a pesar de tener sangre indígena pretendía ser europeo y renegar a su propia cultura; situación que el ilustrador condenaba.
La influencia de la obra de Posada le llegó posteriormente a Rivera, quien re-adaptó el concepto, la bautizó como Catrina y le añadió nuevos atributos, ropa, porte y elegancia, como se puede ver en Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, convirtiéndola en Catrina.
La Catrina o Calavera Garbancera, sigue definiéndonos en gran medida, sigue representando nuestra crítica y buen humor ante estas situaciones difíciles que nos rodean.