Por Blanca Zumaya. Corresponsal
Reynosa, Tamps., 28 Feb (Notimex).- Una cancha de concreto y un balón de futbol, hacen que por momentos la espera sea menos cansada y un poco más amena. A pocos metros de la portería se ubica el río Bravo, caudal que sirve de límite natural entre México y Estados Unidos.
Sin pensarlo mucho, de inmediato se armó la “reta” entre jóvenes migrantes que se encuentran albergados en espera de poder regresar a su lugar de origen, contra un grupo de estudiantes de secundaria que acudieron a llevarles un donativo.
Juan Martínez Reyes, de 19 años de edad, originario del estado de Oaxaca, se encuentra en el albergue “Senda de Vida”, que apoya a migrantes tanto repatriados como aquellos que llegan a esta ciudad en busca de alcanzar el acariciado sueño americano.
Juanito, como lo llaman sus compañeros, fue repatriado a través de esta frontera por autoridades migratorias estadounidenses hace unos días, por lo que dice no hay mucho que hacer, salvo esperar a que sus familiares le envíen algo de dinero para poder retornar a su estado natal.
En entrevista con Notimex, lamenta que su estancia en terreno estadunidense haya sido muy breve, pues menciona que recién había cruzado la frontera cuando fue sorprendido por personal de migración y de inmediato lo repatriaron.
Señala que su intención era llegar a Atlanta, en donde tiene familiares y amistades trabajando, por lo que prácticamente ya tenía asegurado un puesto laboral.
“Mis familiares me animaron a que cruzara antes de que las cosas se pongan más feas, ahorita todavía no se construye ningún muro y podemos seguir intentando, pero tuve la mala suerte de que apenas había cruzado del otro lado y los policías me vieron e inmediatamente me pararon y me hicieron muchas preguntas, además de pedirme papeles y pues no traigo nada y en ese momento me regresaron”, explico el entrevistado.
La historia de Juanito es similar a muchos de los migrantes que se encuentran en el albergue, pero la llegada de varios estudiantes de una secundaria local sirvió para olvidar por un momento los problemas económicos, migratorios e incluso los sueños.
Un balón de futbol y una cancha recién construida, cuya barda perimetral colinda con las aguas del río Bravo, sirvieron de marco para jugar un partido y demostrar sus habilidades deportivas.
En más de una ocasión, el balón rebasó la barda que protege la instalación altruista y la pelota fue a parar al caudal, por lo que se requirió del apoyo de los agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes vigilan de manera permanente dichas aguas.
“Bolita, bolita por favor”, sin importar el idioma, los agentes entendieron y accedieron a apoyar a los jóvenes, acelerando la lancha en la que realizan operativos de vigilancia para que las olas que se forman pudieran acercar el balón.
El marcador final 2-1 a favor de los migrantes, quienes con una amplia sonrisa manifiestan su alegría de haber vencido al equipo rival, estudiantes citadinos que llegaron a donar víveres y algo de ropa.
Juan, Manuel, Lupito, Carlos, Ricardo y Tobías son seis jóvenes, entre los 19 y 23 años de edad, de nacionalidad mexicana, que permanecen con al menos otras 70 personas en el albergue para migrantes en espera de poder regresar a sus ciudades de origen, luego de haber sido repatriados por esta localidad.