La obra que llevó a la cúspide a Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, se terminó de imprimir un día como hoy hace 50 años, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
“Cien años de soledad” fue el quinto libro publicado por el colombiano Gabriel García Márquez con el cual obtuvo el premio nobel de literatura en 1982. Es considerada uno de los libros más importantes de la historia de la literatura hispanoamericana y universal, así como una de las obras más traducidas del español, además de ser la obra más representativa del realismo mágico.
La primera edición en 1967 fue con la editorial Sudamericana, con la cual imprimieron 8000 ejemplares y hasta la fecha se han vendido más de 30 millones de copias y se ha traducido a más de 35 idiomas.
Por tal motivo te dejamos algunas de las frases más icónicas de este libro tan importante en la historia de la literatura.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
“Había perdido en la espera la fuerza de los muslos, la dureza de los senos, el hábito de la ternura, pero conservaba intacta la locura del corazón”.
“Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte”.
“Tenía la rara virtud de no existir por completo sino en el momento oportuno”.
“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
“La ansiedad del enamoramiento no encuentra reposo sino en la cama”.
“Locamente enamorados al cabo de tantos años de complicidad estéril, gozaban con el milagro de quererse tanto en la mesa como en la cama, y llegaron a ser tan felices, que todavía cuando eran dos ancianos agotados seguían retozando como conejitos y peleándose como perros”.
“Cuídate el corazón…te estás pudriendo vivo”.
“Porque la soledad le había seleccionado los recuerdos, y había incinerado los entorpecedores montones de basura nostálgica que la vida había acumulado en su corazón, y había purificado, magnificado y eternizado los otros, los más amargos”.
“Ella encontró siempre la manera de rechazarlo porque aunque no conseguía quererlo, ya no podía vivir sin él”.