El pasado 25 de noviembre Ricardo Fort sorprendía a Argentina y el mundo entero, y esta vez no era por sus acostumbrados escándalos, sino porque había fallecido de manera inesperada luego de ingresar al quirófano por una operación de rodilla.
El famoso, según consta en el parte médico difundido por el Sanatorio de la Trinidad, murió a causa de una hemorragia digestiva masiva; es decir, el sangrado en la zona del esófago, el estómago y el duodeno.
Los médicos que lo atendieron presumen que el organismo de Fort no resistió el cóctel de calmantes que tomaba. No tenía que ver con su adicción a la morfina, sino con la peligrosa mezcla de aspirina, paracetamol y naproxeno que ingería a diario.
A ello debe sumarse una droga que muchos consideran inofensiva y no lo es: el ibuprofeno, que hasta hace unos años solo podía comprarse con prescripción médica.
El ibuprofeno, al igual que otros calmantes, puede causar indigestión, náuseas, diarrea, acidez, dolor de estómago y úlceras; a su vez, está contraindicado en personas con problemas renales o hepáticos, insuficiencia cardíaca o presión arterial alta.
Los expertos descubrieron que las personas que consumieron durante un largo periodo de tiempo analgésicos como el ibuprofeno incrementaron entre un 2 y un 4% el riesgo de sufrir un derrame cerebral o un infarto.