Hoy se cumplen 33 años del mayor accidente nuclear en la historia,cuando el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, explotó durante pruebas técnicas.
La radiación que se liberó fue 400 veces mayor a la que generó la bomba nuclear lanzada sobre Hiroshima, Japón, en 1945.
Las labores de descontaminación se iniciaron inmediatamente; alrededor de la central nuclear se creó una zona de exclusión de la que se evacuaron alrededor de 350 mil personas.
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No existen cifras clara, pero las muertes y consecuencias psicológicas fueron bastante graves; esto sin mencionar que la naturaleza también se vio gravemente afectada.
El conocido como ‘bosque rojo’ fue una de las zonas que mayor radiación recibió, a consecuencia los pinos murieron al instante y todas las hojas se volvieron rojas; pocos animales lograron sobrevivir.
Dado el largo tiempo de descomposición de algunos compuestos radioactivos se supuso que el área quedaría inhabitada durante siglos.
Sin embargo, la naturaleza superó la adversidad más pronto de lo pensado, actualmente en Chernóbil viven osos, bisontes, lobos, caballos de Przewalski y unas 200 especies de aves.
A inicios de marzo de 2019, varios investigadores de reunieron en Portsmouth, Inglaterra, para presentar los últimos resultados de sus análisis sobre la naturaleza en Chernóbil.
Estos incluyen estudios sobre grandes mamíferos, aves nidificantes, anfibios, peces, abejas, gusanos, bacterias y la descomposición de las hojas.
Así, mostraron que la zona de exclusión alberga una gran biodiversidad; confirmaron la asusencia general de efectos negativos de la radiación sobre las poblaciones de animales y plantas de Chernóbil.
Los diferentes estudios detectaron respuestas adaptativas frente a la radiación; por ejemplo, las ranas de la zona son más oscuras, lo que podría protegerlas de la misma.
Sin embargo, también encontraron efectos negativos en algunas esceies. Hay insectos que parecen vivir menos, mientras que las aves llegaron a mostrar daños en su sistema inmune, aumento de albinismo y alteraciones genéticas.
Además, la ausencia de humanos en la zona podría estar favoreciendo a muchas especies, en especial a los grandes mamíferos.
En 2016 la parte ucraniana de la zona de exclusión fue declarada Reserva Radiológica de la Biosfera por el Gobierno de Ucrania. Contra los pronósticos iniciales, el área sirve ahora de refugio a numerosas especies amenazadas a escala Europea o nacional.
En la actualidad varios proyectos intentan retomar la actividad humana en la zona; se ha popularizado el turismo de catástrofes, con más de 70.000 visitantes en 2018.
También existen planes para construir plantas solares para la producción de energía