BEIJING (AP) Bai Budan da un paseo matinal por la plaza de Tiananmen para encontrar inspiración para una nueva serie de viñetas satíricas, una expresión artística apenas presente en China.
Se pregunta sobre el gran número de cámaras de vigilancia instaladas en la plaza, frente a la emblemática entrada a la ciudad Prohibida, con un gran retrato de Mao Zedong.
“¿Para la seguridad de quién son estas cámaras? ¿Son para la seguridad de la gente de a pie?”, pregunta.
Recuerda la popular canción infantil “I love Beijing Tiananmen” (“Me gusta Beijing Tiananmen”) que cantaba cuando era pequeño. Hace un boceto del retrato de Mao y escribe una nota sobre la actualización de la letra.
De vuelta en su estudio, pronto dibuja dos cupidos rosas apuntando a tres cámaras de seguridad, con la Ciudad Prohibida de fondo. El texto dice: “Me gustan las cámaras de seguridad de Beijing Tiananmen”.
Siente que el trabajo está terminado pero ¿dónde lo mostrará? ¿Quién lo verá en China? Estas preguntas están llenas de riesgos.
Las caricaturas utilizadas como sátira política son poco habituales en China desde la revolución comunista de 1949, aunque algunas empezaron a ganar popularidad hace unos tres años. Especialmente después de que los dibujos de un artista conocido como Rebel Pepper circulasen ampliamente por medios sociales.
En diciembre de 2013, el presidente chino, Xi Jinping, ocupó titulares por tomar un simple almuerzo de bollos al vapor en un pequeño restaurante de Beijing, en un acto preparado para mostrar al hombre más poderoso del país como un ciudadano más. La interpretación de Rebel Pepper mostró a Xi mientras los bollos y otros alimentos del almuerzo se doblegaban ante él como si se tratase de un emperador de los viejos tiempos. En otra viñeta en octubre de 2014, el mandatario aparece en la cama con un bloguero nacionalista llamado Zhou Xiaoping; Xi había elogiado a Zhou a pesar de que el joven había saltado a la fama por escribir afirmaciones exageradamente negativas sobre Estados Unidos.
Las autoridades cerraron de golpe las cuentas de Rebel Pepper, cuyo nombre real es Wang Liming, en medios sociales y registraron su casa el año pasado. Más tarde se autoexilió en Japón. La medida represiva formaba parte de una iniciativa más amplia del gobierno chino para acabar con el discurso en internet de intelectuales, abogados y grupos que busquen cambios sociales alejados del ámbito de acción del Partido Comunista.
Bai evita centrarse en líderes políticos y se dirige a la sociedad en general, utilizando personajes divertidos y cupidos irreverentes para mostrar sus opiniones. Incluso así, su perfil en una red social similar a Facebook fue cerrado el año pasado tras la publicación de un dibujo de la plaza de Tiananmen sumergida en tinta roja. Parecía una posible referencia a la masacre de estudiantes partidarios de la democracia a manos de soldados en 1989 un acontecimiento que sigue siendo tabú en el país.
Mostrar su trabajo al público es un reto, sostiene Bai, que suele hacerlo a través de exposiciones privadas.
“No he expuesto muchas de mis pinturas en público. Mi cuenta en Weibo fue cerrada el año pasado. Pero intento no pensar demasiado sobre los posibles riesgos. Trato de pensar en cosas positivas o intento ser optimista”, dijo Bai.
“Cualquier carrera tiene riesgos asociados, ¿verdad?”, afirma durante una entrevista en el exterior de su casa en Beijing.
“Una sociedad normal tendría este tipo de artistas”, apunta el crítico chino de arte Li Xianting en una entrevista. “Si nadie levanta la voz por supuesto que no es una sociedad normal”.
“Cada vez hay menos caricaturistas en China. Esto es porque no tienen espacio para crecer. No tienen acceso al público ni a plataformas. En el pasado, diarios y medios impresos jugaban un papel muy importante”.
Bai nació en Shanxi, una provincial minera en el este de China. Crea sus dibujos utilizando tinta sobre papel de arroz y también denuncia temas sociales a través de fotografías y documentales.
“Todas las cosas que suceden en nuestra sociedad me preocupan”, dijo. “Pienso sobre ellas y las pinto”.