Por Carlos Trejo Serrano
México, 4 Oct (Notimex).- Joana Grisell Gómez y Víctor Hugo Amaya, de apenas 17 y 19 años, convirtieron las botellas usadas de PET y el unicel en muros ecológicos para emplearlos como materia prima en la construcción de viviendas amigables con el medio ambiente, económicas y resistentes a sismos.
Los jóvenes egresados del Centro Universitario México (CUM) hallaron en el recicle de residuos una oportunidad para contribuir a erradicar el problema de la basura.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), México produce al año más de nueve millones de botellas de plástico y ocupa el segundo lugar mundial en la generación de desechos de PET. Esto significa que cada mexicano consume en promedio cinco botellas al día, lo que equivale a llenar el Estadio Azteca cada dos días.
Para fabricar plásticos, las industrias consumen cuatro por ciento del petróleo bruto, una cantidad considerada grande de energía, además, usan químicos muy contaminantes como el cloro y el plomo.
Mientras que el poliestireno expandido, mejor conocido como unicel, presenta muchas dificultades para su reciclaje y aprovechamiento post-consumo, pues se calcula que hay más de 30 mil toneladas de este material en los tiraderos y rellenos sanitarios de México.
En un inicio, Joana y Víctor planeaban fabricar Ecobloques (ladrillos) a partir de envases de PET, unicel y envolturas de papas fritas o galletas, sin embargo, al detectar que no habría manera de pegar un bloque con otro, como se hace en las construcciones, propusieron fabricar el muro completo y llamarlo Ecomuros.
Amaya López, quien ingresó a estudiar Actuaria en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), explica que hace tres años observaron como la acetona, un disolvente usado para elaborar aceites, ceras, hules, plásticos, lacas y barnices, entre otros, podría ser la clave para obtener su producto final.
Sin escatimar esfuerzos, los jóvenes pusieron manos a la obra y, con apoyo del profesor Julián Náder, elaboraron una sustancia a base de acetona, alumbre y fibra de coco para fundir el unicel reciclado y crear un pegamento que ayudó a unir en forma de bloque las botellas de PET, las cuales antes fueron cortadas en un mismo tamaño y rellenadas con las envolturas plástico-metalizadas.
Usamos el alumbre para darle mayor cohesión a la mezcla y la fibra de coco para ofrecer mayor resistencia. Todo lo llevamos al secado y nos dio un material comprimido, bastante resistente, ligero, flexible y más barato, enfatiza Joana, quien también planea estudiar Actuaria.
Comenta que la única desventaja es el uso de la acetona, ya que esta sustancia química produce un gas durante el proceso y provoca dolor de cabeza y mareos en quienes estén expuestos. Para evitarlo, utilizamos una técnica llamada campana de extracción para recuperar el 80 por ciento de acetona y, además, evitar la exposición y el escape de los gases al medio ambiente, expresa.
Además de ayudar con la limpieza pública y el mejoramiento ambiental, Víctor y Joana aseguran que los muros ecológicos tienen las condiciones necesarias para emplearlos como materia prima en la edificación de casas sustentables.
Por ejemplo, los paneles, al igual que el PET y el poliestireno expandido, tardan en degradarse unos 500 años y cuentan con una capa de pintura hecha a base agua para retrasar las posibles consecuencias de un incendio, y como protección adicional llevan el recubrimiento de yeso o cemento que comúnmente tienen las paredes.
Respecto a la resistencia, Gómez Canales relata que procedieron a la fase de pruebas y comparaciones de los materiales. Lanzaron un Ecobloque desde el tercer piso de la escuela, unos 10 metros altura, y observaron que rebotó como una pelota sin desbaratarse.
En la prensa hidráulica ocurrió algo similar porque soportaron 1.94 kilógramos sobre centímetro cuadrado, y los resultados evidenciaron que los tabiques ecológicos sufrieron solo una deformación de 2.5 centímetros. El material es muy flexible y podría ayudar en los efectos de sismos sobre las viviendas propuestas, subraya Víctor.
También, comenta, la investigación del proyecto los llevó a buscar información complementaria en el Reglamento de Construcciones del Distrito Federal, una entidad ubicada entre las cuatro zonas sísmicas de nuestro país debido a las condiciones del subsuelo, y asegura que la casa armada con Ecomuros puede adaptarse a ésta y otras regiones.
En ese sentido, explica que el unicel reciclado funciona como impermeable e impide la formación de hongos y salitre en zonas húmedas. Este material tiene la ventaja de adaptarse a diferentes condiciones climáticas, por ejemplo, en invierno tiene la capacidad de conservar el calor, comenta.
Para cumplir con su objetivo de desarrollar un producto con un valor agregado mayor, los jóvenes diseñaron moldes para confeccionar los muros con medidas adecuadas a las de una vivienda (2.20 metros de alto por 1.04 metros de ancho y 0.10 metros de grosor), los cuales requieren unas vigas o canaletas metálicas y castillos de construcción para ensamblarlos y mantener la edificación en pie.
Joana argumenta que esta propuesta es ideal para abaratar hasta en 65 por ciento los costos de las casas de interés social, cuya valor aproximado es de 365 mil pesos con servicios incluidos –gas, agua y luz– y de medidas similares a las del proyecto.
El profesor Julián Náder, quien coordina el Taller Jóvenes a las Investigación en las instalaciones del CUM, ejemplifica que para fabricar una vivienda sustentable de esas dimensiones se necesitan cuatro mil botellas de plástico, pues la construcción requiere 20 muros ecológicos con 200 envases de PET en cada uno.
Con este proceso tecnológico-ambiental de bajo costo estaríamos reduciendo la cantidad de residuos plásticos que tenemos en los tiraderos o rellenos sanitarios de nuestro país, indicó en una entrevista con Notimex.
Con este proyecto y luego de varios logros obtenidos a nivel nacional, los dos jóvenes y el profesor viajaron en abril a Mombasa, Kenia, para participar y llevarse el primer lugar en la categoría de Diseño Ambiental en el Golden Climate 2015, donde concursaron 117 trabajos procedentes de 22 países.
Hoy en día, los creadores de Ecomuros trabajan en los documentos para patentar su invención ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), para evitar la imitación de su producto.
De acuerdo con cifras del organismo, en 2014 se recibieron 20 mil 924 solicitudes de invenciones, de la cuales 16 mil 135 correspondieron a patentes, cuatro mil 080 a diseños industriales y 702 a modelos de utilidad, lo que significó un crecimiento de 4.5 por ciento respecto al año anterior.
Con ese caso de éxito, México debe hacer algo para que los jóvenes le pierdan el miedo a la investigación y se atrevan a proponer y desarrollar sus ideas, subraya Julián Náder.